Reencuentro para el último abrazo

Edgar Pesántez Torres

Algo que siempre se ha impuesto entre los mortales ha sido la consideración del paso del tiempo y el corolario de su fugacidad, que lleva a la nostalgia del pasado; no obstante, el reencuentro de una época compartida en la primavera de aquellas mundologías de estancia estudiantil, viene a depurar la memoria y desenterrar la belleza de lo que se fue pero inmortaliza los sucesos vividos juntos revelando las vicisitudes enfrentadas y desafiantes al presente con fe y sobriedad, para el tramo final que queda.

El 20 de este mes, después de 50 años de recibir el título de Bachilleres de la República en el reconocido Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, nos reencontramos la mayoría de 42 de la promoción de 1974. Aquí, bien vale resonar a su fundador, el venerable héroe cristiano y educador Juan Bautista de La Salle, bien secundado sus propósitos educativos en esta ciudad por el Hno. Francisco Febres Cordero, más tarde considerado santo por la Iglesia católica.

Medio siglo es demasiado para haber estado sin ausencias: unos, porque la muerte los llevó temprano: Juan Arias D., Washington Delgado J. y Miguel Merchán G.; otros, por quebranto de salud; unos terceros, por la distancia de sus residencias. Ergo, la mayoría superaron dificultades para el encuentro, inclusive un camarada dado por difunto y ratificado en la Placa de Promoción, reeditó el fenómeno de Lázaro y desde condado de Westchester, el compañero Raúl Zamora dijo: aquí estoy vivito y coleando. Desde la Capital, José Orellana y Hernán Abad; del Puerto Principal, César Veintimilla y Marcelo Delgado; de Macas, Leonardo Arévalo; del Sígsig, Luis Sarmiento…     

Como el agradecimiento hace honor a nuestra esencia, a la grandeza de nuestros corazones y al afán de convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos, esa noche de gala en la Estanca Rosario, reconocimos a Dios y a nuestros maestros lasallanos, entre ellos al Hno. Luis Lasso y Carlitos Castillo, y en ellos a todos los maestros que, al entregarnos conocimiento y valores, nos inspiraron al entendimiento y el cambio.

Recuerdos nítidos surgieron aquella noche de derroche de amistad y alegría, hasta que llegó la hora de despedida y el último abrazo, porque estamos ciertos de que los que ya vivimos a plenitud estamos preparados para el retorno. Nos despedimos con motivos suficientes de orgullo por nuestro pasado, por las huellas que dejamos, por el heroísmo que libramos y por el reencuentro feliz que pasamos. ¡Hasta siempre lasallanos! (O)