Este principio de la convivencia entre las naciones significa dejar que un país maneje por sí solo sus problemas internos y sin la intervención de los demás. Se deriva del Derecho Internacional Público de no intervención y prácticamente equivale al de no injerencia en los asuntos internos de otro país.
Claro que esto es defendido por los países a los que no les interesa ni intervenir en problemas de otros Estados ni que intervengan en los suyos. Recordemos que la URSS reclamaba la “no intervención” para manejar sus más crueles violaciones de los Derechos Humanos y mantener el dominio militar y político sobre otros países. Así hace, actualmente, Rusia con los problemas de Ucrania, Chechenia, etc., que nadie intervenga y los Estados invadidos sean dejados inermes en las garras de su invasor.
En estos mismos días sobre la desastrosa situación de Venezuela los gobernantes y políticos mojigatos manifiestan, poniendo un tono solemne y circunspecto, que la solución de los problemas de la tiranía, satrapía e incapacidad de Maduro no puede ser por otra vía que no sea el que internamente ese país encuentre la propia solución.
¡Cuánta ingenuidad y complicidad! No parece que se dan cuenta de que no se puede encontrar una solución interna mientras Maduro mantiene un férreo e incondicional apoyo de su ejército. ¿Cómo pueden los ciudadanos solucionar el problema venezolano si el torpe gigantón mantiene sojuzgada a la nación por la fuerza de las armas? ¿Y qué dicen ahora frente a la intervención rusa con tropas de apoyo en Venezuela?
Por desgracia la política de “no intervención” representa, en casos como este. una manifiesta complicidad con la tiranía. Es hacerse de la vista gorda ante la desgracia de un país, y de su gente, sojuzgada por ese ignaro sujeto que ha logrado comprar el apoyo militar incondicional. Sentirse tranquilos diciendo que no a la intervención es decir que siga la tiranía hasta que al torpe le dé la gana. O sea, nunca. (O)