Con dudosa legitimidad, Nicolás Maduro funge de presidente de Venezuela, reproduce cada escena de abuso, desprecio por la democracia y por la ética. Poseedor del mismo cinismo chavista para encontrar el artilugio retórico y para convertir lo inmoral en moral, lo ilegal en legal, lo ilegítimo en legítimo.
Los genuflexos apóstoles del difunto Chávez, persisten en profundizar el abismo que divide a la sociedad venezolana, y en demostrar el objetivo de excluir de toda decisión y eliminar políticamente a la oposición.
Venezuela no sólo vive bajo un oscuro manto de enfrentamiento que puede devenir en violencia sin control, sino por la irresponsabilidad mesiánica del comandante Chávez, sigue siendo emulada por su hijo espiritual- Maduro, quién no parece lúcido, peor capacitado para dirigir el destino de la tierra natal de Bolívar.
Nuestros hermanos venezolanos continúan viviendo bajo el manto de una falsa democracia, cotidianamente se engrosan las filas de los hijos de la infelicidad bolivariana, los que se han convertido en autómatas manipulados por burócratas invisibles y todopoderosos, que desde las penumbras de sus despachos toman las decisiones más importantes sobre sus vidas y destinos.
Ningún venezolano que ame la libertad y la dignidad desea vivir en una sociedad en la que la justicia dispensa prisión y en ciertos casos la muerte a los pequeños delincuentes; mientras otorga honor, riqueza y respeto a los mayores piratas; una sociedad en que cuando un hombre roba un pedazo de pan para llevar a sus hijos es un ladrón, pero los poderosos que arrebatan la vida, la paz y la tranquilidad de la mayoría, son llamados: “honorables comandantes”, o patriotas revolucionarios.
Devoramos el pan de la caridad que nos ofrecen los gobiernos populistas, porque estamos hambrientos, nos revivifica temporalmente, luego nos mata.
Nicolás Maduro convertido en el SEPULTURERO DE VENEZUELA, habla como el mar, pero su vida es pantano estancado. Otros dictadores que lo apoyan, elevan sus cabezas sobre las cumbres de las montañas, mientras sus almas se adhieren a las oscuras paredes de las cavernas del autoritarismo y de la corrupción.
Actualmente Venezuela está dividida en dos bloques políticos grandes y totalmente antagónicos, padece de una creciente tasa de criminalidad, que la sitúa entre los países más violentos del mundo.
Están en juego en Venezuela y tal vez en nuestro propio país, principios innegociables como el pluralismo ideológico, la dignidad del individuo humano, la libertad plena, la JUSTICIA y la vida misma.
La naturaleza sonríe en primavera, ríe en verano y bosteza en otoño; pero continúa llorando en el invierno de Venezuela, y con sus lágrimas humedece la vida oculta en sus entrañas. (O)