Lo feo de las religiones

Bolívar Jiménez Álvarez

Vimos en las entregas anteriores lo bueno y lo malo de las religiones. Hoy nos enfocaremos en lo FEO, que es la cara oscura que siempre las acompaña. Las historias de abuso de poder, fanatismo y proselitismo agresivo manifiestan una realidad preocupante que merece atención y reflexión.

Uno de los aspectos más controvertidos es EL ABUSO DE PODER dentro de las instituciones religiosas. Casos de corrupción, abuso sexual y financiero han erosionado la confianza en estas instituciones. Escándalos como los abusos sexuales cometidos por clérigos en diversas partes del mundo no solo han devastado a las víctimas, sino que también han expuesto una cultura de encubrimiento y falta de rendición de cuentas. Este tipo de comportamientos socava la integridad moral y desvía su propósito original de servir y guiar a la comunidad.

El FANATISMO religioso es otro problema grave. Las creencias llevadas al extremo siempre terminan en intolerancia violenta hacia otras religiones y formas de vida. El extremismo religioso ha sido responsable de actos terroristas y guerras, causando sufrimiento y muerte en nombre de la fe. Este fanatismo no solo daña a las víctimas directas de la violencia, sino que también contribuye a la polarización y el odio en la sociedad.

El PROSELITISMO agresivo es igualmente preocupante. Algunas religiones practican un proselitismo que quiere imponer sus creencias a otros de manera coercitiva, a veces utilizando la violencia o la presión social. Esta imposición no solo viola los derechos humanos, sino que también lleva a la destrucción de culturas y religiones locales, dejando cicatrices profundas en las sociedades afectadas.

Además, el CONTROL SOCIAL ejercido por algunas religiones puede ser opresivo. Las doctrinas dogmáticas y la estricta adherencia a normas de comportamiento pueden limitar la libertad de pensamiento y expresión individual. En algunos casos, como sucede en Afganistán, la religión ha dispuesto normas para la vida privada y pública que afectan las decisiones personales más íntimas, lo que da lugar a la violación de los derechos y libertades fundamentales.

Para la religión cristiana en general, su división interna consumada, primero en el año 1054 con la escisión de la Iglesia Ortodoxa, y luego en 1517 con el nacimiento del Protestantismo, que ha dado origen a un sinnúmero de sestas, es la vergüenza más horrorosa, no sólo porque es un anti-testimonio, sino porque constituye una traición al mandado de Jesús, “de que todos seamos uno para que el mundo crea que somos sus discípulos” (Jn. 17,20-26) (O)