¿Nacimos como somos?

Me gustan los interrogantes. Más aún, los interrogantes son mis amigos. De tanto caminar juntos llegamos a conocernos mejor. No recuerdo cuando, pero un buen día sellamos una amistad hasta la muerte. ¿Saben ustedes, de algún niño en uso de sus facultades mentales, que nunca abra su boquita para satisfacer su naciente curiosidad con un ¿po…qué, mamá? Y esos ‘po … ques’, a toda hora, son los instrumentos que los niños manejan, espontáneamente, para hacerse de conocimientos, para enriquecerse de ellos. Así lo hicimos todos.

He olvidado tantas cosas de mi infancia, no recuerdo los nombres de amigos y vecinos porque mi memoria, que nunca fue excelente, hoy se me manifiesta menos diligente. A pesar de todo esto tengo presente a hermanos, tíos y abuelos que tuvieron la tranquilidad para escuchar mis preguntas y la sabiduría innata para darme respuestas que aquietaron esas ganas de saber.

El conocimiento no es propiedad de los ricos. La sabiduría no es patrimonio de una élite o raza privilegiada: es mérito de quien la necesita, la busca y nunca se cansa de aprender, es decir, de quien nació con la voluntad de ser un eterno aprendiz en un mundo cambiante, en constante evolución. Para que esto pueda suceder y un día pueda ser el denominador común de todo ecuatoriano se necesita una dosis muy grande de humildad y de coraje al mismo tiempo, ¿para qué?.

Lamentamos hoy que nuestro sistema educativo haya descendido tanto hasta verse mentalmente imposibilitado de realizar un autoanálisis profundo y encontrar nuevos caminos y razones de ser. Cuando el autoanálisis sosegado y fundamentado se convierte en una rareza es posible que ingresen teorías, opiniones y propuestas alejadas del recto pensar y mejor obrar.

Nos previene Carlos Cipolla, italiano, estudioso del comportamiento humano: “Los estúpidos son más peligrosos que los bandidos y malvados. No hay nada más peligroso que un estúpido con poder… Los no estúpidos siempre subestiman el poder dañino de los estúpidos. La estupidez no está ligada a la pobreza ni a la falta de educación”.

Dietrich Bonhoeffer se preguntaba cómo Alemania, un pueblo culto, pudo apoyar y delirar por Hitler. Dietrich llegó a esta conclusión: ´El pueblo alemán fue víctima de la estupidez colectiva. Cuando una persona atraviesa un periodo de estupidez nunca creerá en los argumentos en contra de su estupidez: los ignorará´.

¡Que la estupidez jamás eche raíces en Ecuador! (O)

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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