¡Cuánto nos hubiéramos ahorrado si en vez de seguir durante tantos años el: ¡exprópiese!, se hubiera seguido y buscado el: ¡ordénese! ¡corríjase! ¡depúrese! ¡anúlese y rehágase! Pero no para ellos, no para el botín y sus aliados, sino para el país, para la democracia e institucionalidad.
Estamos viendo. Al Ecuador le hace falta un serio ejercicio de orden. De ética y seriedad. Siempre se habla de ordenar las finanzas, y parecería que ahí inicia y termina la necesaria determinación de establecer, armonizar y corregir el Estado. Mal. Muy mal. Aquello es parte -no digo que sea poco importante- pero es parte. Ni las finanzas funcionan si no se ordena al servicio público y la burocracia -que pueda existir- filtrada para dañar y delinquir. Ni las finanzas aguantan un sistema creado para el caos y la viveza, el contrato y la corruptela.
Desde metástasis, plaga y purga, ahora con pantalla, lo que se mira es un sistema judicial corrompido. Un servicio público acordado para dañar. Los operadores (no todos por supuesto, conozco a buenos jueces, secretarios y abogados) son parte de una desesperada fórmula por hacer su agosto. Su feriado. Se mira mafia, venta de sentencias y audiencias. Acuerdos para nombramientos y designaciones. Reunioncitas para burlarse y beneficiar al botín.
El Ecuador necesita de una serie sistemática de orden. De menos congraciados con el poder y más gente valiente que defienda la institucionalidad y democracia. Expliquemos. Sin jueces probos y sin controladores del poder éticos, los beneficiados siempre serán los bandidos. Los que entienden de un sistema corroído y encuentran puertas para sus fechorías. Los “vivísimos” que les encantan jactarse que viven al margen de la Ley. Seamos más claros. Cuando no se respeta la Constitución ni los procedimientos -por una conveniencia política de turno-, se deja carta abierta para que no se respete ni la designación de un perito para que liquide su contrato, menos la imparcialidad de la resolución de una causa cualquiera que le pide a una institución pública que le den un medicamento.
Por ello es que debe funcionar el orden constitucional, el respeto a las instituciones y normas. Se necesita un potente: ¡ordénese!, pero no de cualquier dictadorzuelo, sino de un demócrata y ciudadano convencido. (O)
@jchalco