Si política no da, comunicación no presta

A la Secretaría de Comunicación suele atribuírsele la responsabilidad de los errores que, en realidad, corresponden a quienes están a cargo de la gestión político-técnica del gobierno de turno. Por ejemplo, si el ministro Wong, desde su puesto en el Ministerio de Gobierno, decide llamar a una radio para censurar a un analista por sus opiniones sobre lo que sucede con la barcaza turca, la culpa no es de la secretaria Vélez, sino del impetuoso vocero que aún considera una virtud lo que para otros puede interpretarse como prepotencia.

Tampoco se puede responsabilizar a la estrategia de comunicación gubernamental por la respuesta de tres policías cuando la prensa les preguntó sobre las medidas tomadas frente a los apagones. Era evidente que los vecinos quedarían expuestos a un peligro inminente debido a la pésima decisión —afortunadamente corregida— de implementar un apagón generalizado. Pero la solución, ni por sentido común, podía ser portar silbatos. De hecho, la respuesta desató una crisis comunicacional, destruyendo la narrativa sobre las bases militares extranjeras y convirtiendo al Plan Fénix y a su creador en el blanco de burlas en la conversación pública.

Lo que la política no da, la comunicación no presta. Sin una gestión técnica y política adecuada, la comunicación no puede obrar milagros. Es imposible generar certezas cuando los ministros no logran ponerse de acuerdo ni siquiera sobre las horas de los cortes de luz o si estos son por mantenimiento o por falta de agua. Hemos escuchado ambas versiones en menos de ocho días, y por los mismos voceros.

Donde sí hay un claro error por parte de la Secretaría de Comunicación es en suponer que los medios, por criticar las acciones del gobierno, deben recibir como «sanción» la restricción de la pauta gubernamental, solo porque, según la secretaria Vélez, “le dan palo al gobierno”. Está claro que la crítica al poder, una parte fundamental del deber de los medios de comunicación responsables y honestos, es el resultado de una gestión política que sigue acumulando desaciertos. Lo que la política no da, tenga la certeza de que la comunicación no lo va a suplir.