Las evidencias abundan. El impacto del cambio climático está cada vez más marcado en Ecuador y en el planeta entero. Este año, en el país, se han vivido dos periodos acentuados y críticos. Las fuertes lluvias y en los últimos dos meses la sequía hidrológica más grave en 61 años.
Según el registro histórico del Servicio Meteorológico e Hidrológico, que es parte de la base de datos del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), el territorio ecuatoriano tiene dos estaciones marcadas cada año. La primera, de enero a mayo, conocida como la época lluviosa. Y la segunda, la seca, que va desde junio hasta diciembre.
Actualmente, al vivir el período seco, se ha sentido la afectación en la generación de energía hidroeléctrica y el suministro de agua. A eso se suman los incendios forestales que han afectado a las ciudades más pobladas.
Un informe técnico del Inamhi detalla que doce pro- vincias registraron un déficit de precipitaciones. Los pastizales y laderas han perdido su verdor en Carchi, Imbabura, Pichincha, Cotopaxi, Azuay, Loja, Orellana, Napo, Pastaza, Tungurahua, Sucumbíos y Morona Santiago.
En la Sierra y en la región amazónica hay una afectación evidente en los páramos. Estos recursos naturales son una de las principales fuentes de agua para el abastecimiento de ciudades.
En Quito, por ejemplo, se reflejó el problema de la sequía en la cuenca del río Pita que sirve a la planta potabilizadora de Puengasí. “Esta fuente es la más frágil ya que no tiene un embalse y la única forma de mantener el agua es gracias a las acciones de conservación. Ahí, la Epmaps tiene 11.000 hectáreas de conservación. En este caso, la Empresa dispuso un racionamiento del servicio que afecta al 4,8% de la población”, justificó el Municipio ante el racionamiento vivido en las últimas semanas.
Las iniciativas de conservación han permitido aplacar los efectos negativos. El Fondo para la Protección del Agua (Fonag) y la Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (Epmaps) han coordinado proyectos de restauración y conservación de 150.000 hectáreas de páramos.
Las condiciones climáticas adversas están marcadas. Hasta el 18 de septiembre pasado se detectaron 3.085 incendios forestales en 22 provincias y se registraron 35.607 hectáreas de cobertura vegetal quemada.
Christian Villamarín, profesor de la Universidad de la Américas (UDLA), detalla que en el tiempo se irá sintiendo la sequía con más gravedad por el impacto en los páramos. “Estos funcionan como una especie de esponjas que retienen o almacenan el agua y la van soltando poco a poco hacia los ríos y demás zonas bajas”.
Quito sintió en los últimos días la escasez de agua. Entre 10 y 12 horas no hubo el servicio básico. Esto obligó a distribuir agua en tanqueros a los barrios. Según la Organización Mundial de la Salud, esta escasez afecta al 40% de la población del planeta.
El pronóstico del tiempo ha cambiado, según el Inamhi en la Sierra Centro y en el Litoral habrá lluvias. Sin embargo, esto no soluciona el problema. Más bien hay advertencias de que por fuertes lluvias se pueden formar aluviones por la vegetación incendiada y por la falta de árboles en páramos.
Desde el Gobierno no hay campañas articuladas
Roberto Freire, docente medioambiental, ve con preocupación los hechos ocurridos en los últimos años y los pocos recursos que se asignan a programas preventivos y de fortalecimiento en el cuidado de páramos.
Tampoco se han hecho esfuerzos por canalizar de mejor manera en la época de lluvia. “No se priorizan temas ambientales. El estiaje estaba anunciado. Mucha gente recién está entendiendo la gravedad del calentamiento global. Las altas temperaturas, los fríos extremos, los incendios y las lluvias tienen un alto impacto en nuestras actividades cotidianas”.
Los cortes de energía que atraviesa el país ha sido otro efecto de las condiciones climáticas.
El fuerte estiaje que se vive está costado millones de dólares al país. Y la solución urgente depende de las lluvias. El pronóstico es que el problema de los cortes todavía no tiene solución urgente a corto plazo.