Es importante ahorrar en todos los órdenes, por la incertidumbre que significa el futuro, las calamidades, la enfermedad, sin abandonar el sano disfrute. Una canción del recordado Sandro, dice: la juventud se va ……y nos ponemos viejos, todo cambia, hoy la obsolescencia es muy grotesca y en poco viene un tsunami de jovencitos. La vida en nuestro entorno, es más fácil que en otras latitudes, no tenemos invierno con nieve, hay tierras para toda producción agropecuaria, cuatro regiones geográficas, bondades de un mar incomparablemente rico. Pero, usualmente no valoramos al País que tenemos y la incipiente democracia que practicamos, más la calidad de nuestros políticos, genera el país que tenemos. La jubilación suele ser una razón que impulsa el sentido del ahorro, esto depende de la capacidad del ciudadano y ésta es vinculada con el costo de la vida.
El ecuatoriano común, no está entrenado por nuestro estilo de vida a practicar el ahorro, en razón del bajo precio del agua potable. El conseguir agua de ríos, quebradas, manantiales, etc, es baratísimo, mejor dijo no pagamos, suele ser gratuito. Los bosques son cortados sin más recurso que contar con motosierra, ya el hacha es cuestión pretérita. Se comercializa madera por vía lícita y mucho más por debajo de la mesa, por ello hemos visto desaparecer miles de hectáreas de bosque nativo en los últimos 50 años, y éstos no fueron trabajo humano.
Sí vamos a un mercado como el Arenal, apreciamos una saturación policroma, aromática, de toda clase de frutas, dignas de una cámara fotográfica que nos emociona al mirar. Según la FAO, el tercio de la producción alimentaria mundial, se desperdicia, el Ecuador no es la excepción.
No ahorramos agua, ni electricidad, aún en épocas de crisis, el jardín es regado por largos 30 o 45 minutos, se lavan los autos, se gastan ingentes volúmenes en domicilios y empresas, como que a nadie le importa el gran problema. No recogemos agua lluvia para ahorrar agua potabilizada. Nos falta educación, disciplina y respeto. (O)