Luego de desayunar opíparamente en una de las salas del Maraha de este reino en su fastuoso y antiguo palacio, me apresto a contar mi gran experiencia. Digo aposento del Maraha, porque este ser, llegada la actualidad, vio como posibilidad y como lo hicieron muchos Marahas, de convertir su palacio ancestral en lujosos hoteles, quedándose el para vivir con su escasa familia en el edificio central que tiene 350 habitaciones, mientras las dos inmensas construcciones que le flanquean, son regios y grandes aposentos con todo lo necesario y con lujo para los huéspedes y sus tropas y servidumbre, de tumbados altos como fue su palacio de cuento.
Estoy abrumado y sorprendido de la riqueza monumental de la India en todo aspecto. Desde el punto ancestral de cientos de años que conservan por doquier y su enorme riqueza espiritual y religiosa donde tienen 30 millones de dioses de los cuales son 3 los más reconocidos, al punto que su filosofía dice que todo ser vivo puede ser dios y allí asoma que tengan cabras, bueyes, lobos, tigres, monos etc como sus deidades. Pero esto viene siendo lo secundario ante la verdadera fe que tienen y su conducta que practican, terminando los dioses siendo tan solo un ser colocado en un altar, lugar que les convoca por su verdadera fe interna y nada más. En los 15 días de viaje a la india profunda y por tierra, empecé a valorarles e incluso querer a este pueblo inmenso, al que veo como principal sabiduría y legado, la bondad que todo lo disuelve y morigera. Es verdaderamente clamoroso ver las diferencias sociales monstruosas, donde mi dueño de casa cuenta con una fortuna inimaginable y heredada de cientos de años y ahora la hace producir en hoteles del mundo entero, compañías navieras y aéreas, fábricas y exportaciones, etc mientras que la gente de la calle, que no le siento con envidia ni resentimiento a la fastuosidad de una clase establecida, pone su cuerpo y huesos sobre saquillos y duermen sobre un montón, literal, de basura que parece no molestarles. La piel de esta gente menesterosa que intenta sobrevivir vendiendo chucherías o fabricando un pequeño altar con dioses que les conviene para que los creyentes oren 4 veces al día y dejen con su visita una moneda. Bondad, paciencia, amabilidad desbordada, sonrisas y venia respetuosa, poniendo sus manos, eso es lo que recibí todos estos días. Aseguro que me han enseñado tanto y en 15 días, que no seré el mismo espiritualmente, sino un producto mejorado y entendiendo que será igual siempre para mí el dios mono de los hindús que la palomita blanca cristiana. (O)