Hay sonidos que nos relajan como las olas del mar, el canto de los pájaros o la corriente incesante de un río; y otros que nos llenan de vitalidad como la música con ritmos repetitivos que nos invitan a mover el cuerpo. Sin embargo, hay otros sonidos que, imperceptiblemente, nos ponen tristes, nos deprimen y terminan por robarnos la energía. La música y los sonidos abren puertas interiores y tocan lugares recónditos que están fuera de nuestro alcance.
Es por eso que, en 1940, el doctor francés, Alfred Tomatis, creó una escuela de audiopsicofonología afirmando que hay sonidos que nos recargan de energía, y otros, que la drenan.
Decía que los sonidos que nos cargan de energía son abundantes en frecuencias armónicas que estimulan el cerebro y favorecen la concentración y aumentan nuestra capacidad para aprender y, sobre todo, amplían nuestro bienestar.
Aseguraba que el oído es el primer órgano que se desarrolla por completo a los cuatro meses de gestación a través del cual captamos lo que sucede en el mundo. Además, es el órgano sensorial por excelencia y el receptor de información más poderoso del cuerpo humano.
Por otra parte, existen sonidos de frecuencias bajas, poco armónicas que casi siempre se asocian con rock metálico, con el ruido ensordecedor de aviones o trenes o de motosierras. Este tipo de sonidos chupan la energía del cerebro y provocan fatiga mental, emocional y física. Está comprobado que los que escuchan estos sonidos con frecuencia, sufren de episodios depresivos.
Para el doctor Tomasi, la mejor música que podemos escuchar es la de Mozart y los cantos gregorianos, pues logra el balance ideal entre sonidos agudos y graves que nos llenan de buena energía y estimulan el cerebro.
Estos cantos son ricos en frecuencias armónicas que calman no sólo a quien los canta porque empatan con la respiración y el ritmo cardíaco del cantante, sino también a los que los escuchan, provocando una oleada de serenidad y paz.
Podríamos concluir entonces que, el poder de los sonidos, influye de manera favorable en nuestra fisiología y, por ende, en la forma en que nos sentimos tanto mental, emocional, como físicamente.
Si algún día experimentan cansancio o necesitan concentrarse en el trabajo o en los estudios, intenten escuchar los conciertos de violín y flauta de Mozart, o bien, los cantos gregorianos. En lo personal, prefiero los últimos. (O)