A pocos días de finalizar el 2024 y con varios deseos en mente, es también necesario pensar y repensar en mejores días como sociedad, cuya responsabilidad recae en todos los actores, sean estos políticos, sociales o civiles.
Quienes están del lado débil, del lado desfavorable donde el infortunio les tocó, están obligados a pelear sus propias batallas minimizándose ante un sistema judicial que no funciona, ante un servicio público politizado, ante una sociedad talentosa y ágil de censura, ante una prensa morbosa y alarmista y lo peor aún, acechado por un prójimo que documenta pero que no alienta.
Atentan con nuestra integridad en la medida que invaden nuestra privacidad y aun así somos nosotros quienes debemos exigir una restauración a lo más sagrado, nuestra armonía, porque simplemente al encontrarnos frente a determinada realidad tenemos que ser resilientes y concluir que algo hicimos mal… El gigante nos somete.
Mi deseo inusual es que el no se respete; que el límite se entienda; que el silencio se escuche; que la palabra cuente; que el nombre sea de su único poseedor; que la risa o el llanto sean libres de fluir y que el beso y el abrazo permanezcan conforme la voluntad.
Mi deseo inusual es que lo que lo que la historia contó sobre una honda y una espada, sean para el 2025 esperanza y entendimiento para toda la humanidad. (O)