La trivialización de la política toma fuerza mientras se acerca la campaña electoral.
Las redes sociales marcan la tónica de la lucha política por captar la Presidencia de la República y la Asamblea Nacional.
De hecho, ya las usan la mayoría de candidatos. Nada les impide hacerlo. El Código de la Democracia no prevé sanciones si se las emplea durante la pre campaña.
Si antes, a la vieja usanza del velasquismo solo era necesario un balcón para captar la presidencia (literalmente), ahora son las redes sociales (X, Tik Tok Instagram, entre otras). A través de ellas se dice de todo y están a disposición de cualquiera.
Siendo así, y como captar el voto juvenil, en especial de aquel segmento poblacional cuyas edades están de entre 16 a 25 años de edad (23 % de los votantes), es uno de los objetivos primordiales, los candidatos se exponen hasta caer en el ridículo.
Se muestran como si fueran material para cómics, o las dignidades a las cuales aspiran se igualaran a cuando se elige al capitán de un equipo de fútbol parroquial.
Incluso, gravísimos problemas como la inseguridad se trivializan. Bien podrían constituir en el hazme reír de las bandas delictivas, como lo serán también las “tendencias”.
Ahora todo está en “ser tendencia”, y por querer serlo hacen todo, comenzando por el traje, la comparación y la frase hilarante.
Pero, ¿cómo asimilan esos mensajes los receptores? ¿Los creen a esos jóvenes, manipulables, susceptibles de ser engañados, y hasta de carecer de poca masa gris como para no saber establecer diferencias, o no están informados de cuanto ocurre en el país, o se dejan llevar así nomás por semejantes trivialidades?
De pronto, desde ya están siendo descartables esos candidatos, de los cuales, no solo aquel segmento de electores, sino todos, se espera mayor seriedad.
Una campaña electoral no es para verlos metidos en esos tipos de juegos. Queriendo “caer bien”, cuando, en verdad, muestran atributos dignos de un circo de mala muerte.