En política, como en la vida, la anticipación es clave. Los estrategas de crisis lo saben bien: la jugada maestra no está en evitar el desastre, sino en asegurarse de que nadie lo note cuando ocurra. Pero, ¿qué sucede cuando la estrategia deja de ser política y se convierte en un desfile de alta costura? El resultado podría ser una distracción perfecta.
El reciente viaje de Daniel Noboa a Washington, promovido como un hito diplomático, no fue una visita oficial, sino un espectáculo meticulosamente calculado que incluyó vestido y abrigo de diseñador que seguramente costaron más que la planilla salarial de una fábrica en Gualaceo. La pareja presidencial, con Lavinia Valbonesi al frente, no solo caminó por los pasillos del poder, sino que lo hizo con un glamour digno de alfombra roja, demostrando que el control de daños también puede ser cuestión de estilo.
Mientras los aspirantes a la presidencia intercambiaban ideas y críticas, el presidente y su esposa ofrecían a las redes sociales lo que más aman: un despliegue visual capaz de acallar cualquier discusión sobre temas como empleo, seguridad o educación. Después de todo, ¿quién necesita planes de gobierno cuando puedes tener a la primera dama en un resumen de las mejores vestidas?
Vivimos en un mundo donde los videos cortos y las imágenes impactantes dictan el ritmo de las conversaciones. Y Lavinia lo entendió perfectamente. Su vestido y abrigo no fueron solo piezas de ropa, sino herramientas de comunicación, con un mensaje claro: “Mírenme a mí, no a las omisiones discursivas de mi esposo”. Mientras Instagram se llenaba de aplausos por su buen gusto, el debate político quedaba relegado a un segundo plano. Porque, a falta de pedagogía política, un clip de TikTok sobre un atuendo viral tiene más impacto que las preocupaciones de nuestros migrantes frente a las decisiones del gobierno de Trump.
Un empresario dijo alguna vez: “Llegarás hasta donde tu pareja te lo permita”. Y viendo a Lavinia en los rankings de elegancia, queda claro que Daniel ha llegado lejos, aunque quizás no en el sentido que el país necesita. Al final del día, Ecuador no necesita otro desfile; necesita soluciones reales y líderes que entiendan que el brillo de un abrigo de diseñador no basta para ocultar las dolorosas grietas de la violencia, la falta de empleo y la inseguridad. (O)
@avilanieto