El mal llamado debate no fue más que un concurso de preguntas y respuestas apresuradas a 16 candidatos que, con contadas excepciones, si se los ve por la calle se confunden con facilidad con cualquier transeúnte. No así los debates de antaño, como el de 1984 entre Febres Cordero y Borja quienes derrocharon una capacidad de oratoria y un pleno conocimiento y preparación sobre los temas que abordaron. La ráfaga de preguntas y respuestas del domingo está en las antípodas de lo que debería ser un debate presidencial. Es que organizar uno con 16 postulantes y dos moderadores con rostros inquisidores, da lugar a discursos mejor o peor aprendidos. Algo así como la sustentación de una tesis en 30 segundos.
Cuestionar si se saben de memoria los nombres de los cuatro niños de Las Malvinas que lamentablemente fallecieron, luego de que dos testimonios señalaron que sujetos de una banda criminal se los llevaron y no miembros de las FF.AA. como en un principio querían los que están detrás de este crimen que creamos, es incoherente en medio de la coyuntura electoral.
El ofrecimiento descabellado del “tren bala” de Tillería en un país que no puede mantener carreteras en buen estado, y quien tiene 48 demandas por estafa a migrantes en el Reino Unido; la “productividad” que mencionó Iza luego de haber paralizado y vandalizado al país durante semanas eternas; las propuestas repetidas de Luisa cuyo mérito es representar a un partido político donde brillan prófugos y sentenciados por la justicia; la oferta de Cueva de que nadie morirá jamás por el robo de un celular o la de Araus que piensa construir tres cárceles y tres cementerios; y el ofrecimiento de Saquicela que quiere cambiar la justicia, seguramente con un mazo para comer cangrejos, son puras propagandas populistas. Por estos charlatanes no hay que votar, y tampoco por los chimbadores de Kronfle, Cucalón, Granja, Rabascal, Escala, Gómez, Jairala y Tabacchi. Andrea González me dejó una grata impresión por su frontalidad y amplio conocimiento sobre varios temas.
La RC5 jamás se ha destacado por tener candidatos capaces ni preparados, más bien todo lo contrario. Quiero creer que en cuatro años habrá muchos menos ciudadanos que se identifiquen con el correísmo que no solo es sinónimo de corrupción, sino de ignorancia, y que de esta manera se cumpla la profecía de Villavicencio: “El correísmo nunca más volverá al país”.
Si una de las peores crisis energéticas, la del 2024, no tumbó a Noboa en las preferencias, nada lo tumbará. (O)