
Un colorido ejército de niños en canoas surge entre la vegetación en el río Itaya, en el corazón de la Amazonía peruana. Al vivir en el pulmón del mundo, saben que la deforestación y el cambio climático no son sólo fenómenos que estudian, sino que sufren directamente sus efectos, por lo que han decidido organizarse y ser herramienta de cambio.
Cada cierto tiempo, decenas de pequeños de la Asociación de niños y niñas de la margen derecha del río Itaya, apoyada por las organizaciones Save the Children e Infant, se reúnen para conversar sobre las problemáticas de las comunidades de Belén, el barrio flotante de la ciudad de Iquitos.
Pese a su corta edad, son conscientes de que su generación tiene que alzar la voz ante las desigualdades y graves problemas medioambientales que sufren, como la deforestación, la quema de residuos y las inundaciones y sequías agravadas por el cambio climático.
Desde su local de reuniones rodeado de agua, estos niños y adolescentes responden sin dudar que el asunto que más les afecta es la presencia de gran cantidad de basura que flota en las aguas pardas de su río, en el que se bañan, se transportan, lavan, juegan y es parte de su día a día.
«El río para nosotros era una fuente de vida, ahora es una fuente de enfermedades», dice a EFE Diana, una niña de 11 años que ve como el uso del Itaya como un basurero afecta especialmente a los más pequeños.
Lejos de ser la ‘Venecia amazónica’, como se conoce a este barrio de Belén por sus canales, este rincón cercano al río Amazonas esconde una altísima tasa de pobreza. La mayoría de sus casas carecen de desagües, agua potable, electricidad y del recojo de basuras.
Ante esta situación, y la inacción de los adultos para resolver sus problemas, los niños de la asociación decidieron actuar.
«Nosotros que vivimos en comunidades, en balsas, en casas de madera, no tenemos la conexión para que los vehículos puedan pasar a recoger la basura, entonces viendo esta problemática que afecta nuestro derecho a vivir en un espacio seguro y limpio, decidimos dar propuestas y entregar un oficio a la Municipalidad para que se establezca este servicio de recojo de basura en bote», comenta Sefora, una joven voluntaria de 20 años.
Tras una campaña de incidencia y conversaciones con el alcalde, los niños cuentan entusiasmados como su acción tuvo efecto y se instaló un recojo de basura para esta zona. Pero añaden que el servicio no llega a todas las comunidades y sigue habiendo residuos.
Conciencia ambiental
A través de jornadas de limpieza en el río, talleres, charlas, actividades de incidencia y encuentros con niños de otros puntos de la Amazonía, este activo grupo es consciente de que hace falta un cambio de mentalidad entre los habitantes de Iquitos.
Sentados en un círculo, comparten sus experiencias y afirman que intentan convencer a sus mayores de que tirar cosas al río o cortar árboles sin control es negativo, pero no siempre tienen éxito y expresan frustrados que sus padres están muy acostumbrados a hacerlo porque no cuentan con formación ambiental.
Muestran orgullosos grandes cuadros que pintaron sobre la deforestación, la contaminación y la quema de basura, actos que a diferencia de niños en otros lugares, ellos ven ocurrir con sus propios ojos.
Por ejemplo, son testigos de cómo vecinos han cortado árboles sin control para vender su madera, por lo que trabajan en un proyecto de reforestación de cedros, una de las especies más afectadas por la tala incontrolada debido a las cualidades de su madera.
Andrés cuenta interesado en el vivero del grupo que con ayuda de personas mayores, buscan semillas de cedro, luego las colocan en pequeñas macetas hasta que crecen y cuando están listas, las plantan en su hábitat natural.
«Lo que más me gusta de la asociación es que hacen actividades bonitas, campañas de limpieza y están a favor de la naturaleza, prefiero estar aquí que en mi casa haciendo otras cosas», señala Marcos, de 15 años.
Añade que él vive en «un pulmoncito» lleno de vegetación y no le gustaría ver al planeta devastado.
«Sabemos lo que queremos, hacia dónde vamos y entonces defendemos nuestros derechos. Esto nos hace vivir en un espacio más digno, sano y seguro para nosotros (….) Qué mejor que desde niños conocer nuestros derechos y defenderlos», indica Sefora, que toda su niñez fue parte de esta asociación y ahora ayuda a otros niños a luchar por el medioambiente. EFE