Fue en la madrugada cuando luego de ingresar a la enfermería de la Penitenciaría del Litoral con una falsa identidad, alías “Fede” se viste de militar, tapa su rostro con un pasamontaña y sale de prisión con calma, con tranquilidad… Que no es una fuga, que es un “acto de alta traición” señala el gobierno, al tiempo de ofrecer un millón de dólares de recompensa para el policía o militar que entregue a este “alto objetivo”, “vivo o muerto”. Pero, ¿qué significa esto? ¿Acaso con esto pretenden tapar la ineptitud o complicidad de quienes le dejaron escapar? ¿Cómo entender la “alta traición” y luego compensar a quienes se les fugó bajo sus narices? No solo es fácil ser “generoso con plata ajena”, sino un total absurdo que va contra toda lógica, desnudando un discurso oficial que intenta tapar el sol con un dedo, en un país en el que en los últimos años se han fugado más de quinientos presos en cárceles militarizadas y en pleno estado de excepción. Poner tono severo y usar un lenguaje violento que invoca la pena de muerte o la protección de Dios, no borra la trágica realidad que vivimos: el sistema carcelario sigue roto, la fuga ya fue, y a pesar de la recompensa también dispuesta por alías “Fito”, este aún no aparece. ¿Funcionará en esta ocasión el dinero? Un gobierno que intenta instaurar y legitimar una sociedad de delatores para «compensar” la improvisación y carencia de políticas de seguridad nacional, ¿no es acaso un peligro? Mientras tanto, se usa a los militares para reprimir con brutal violencia a pueblos y comunidades, como sucedió en las últimas horas en Cotopaxi por defender los intereses de una empresa minera. (O)
