El 24 de enero de 2024 escribí: ¿SE INFORMA, ATIBORRA O DESINFORMA? Luego de un año nada ha cambiado en el periodismo nacional. La enfermedad se ha convertido en epidemia, la morbosidad se ha robustecido, la curiosidad se ha tornado enfermiza. Devoramos conjeturas, perseguimos intrigas, poco nos interesan las causas, consumimos el ‘aquí y ahora’ con avidez espeluznante. El producto ha creado dependencia, la curiosidad se ha vuelto vital. Los agentes de la difusión noticiosa gozan de buena salud.
De un tiempo acá la verdad escueta ha sido proscrita por incómoda, porque no llena carillas, porque no satisface la curiosidad, porque con ella los discursos son breves, la teatralidad desaparece y no sirve para alimentar interrogantes ni crear suspensos. La moderna tecnología visual y auditiva se presta para el crecimiento de una variada gama de distorsiones de la verdad.
Creo no exagerar si afirmo que nos encontramos frente a un gigantesco problema, la distorsión de la verdad, que hoy por hoy, no tiene solución: el potro se ha desbocado y las bridas se hallan estropeadas. Me permito sugerir caminos que nos pueden conducir a recuperar la sensatez: si esta nos acompaña todo será más fácil, menos traumático.
¿Qué es la verdad? Me enseñaron alguna vez que decimos la verdad cuando lo que expresamos corresponde a la esencia de aquello que describimos. Si alguien dice que este servidor de ustedes es un anciano, dice la verdad; si dijera “David, joven aún”, sería una mentira, quizá de cariño, pero mentira de todos modos porque lo expresado no se adecua a la realidad. Esto que parece un juego de palabras, no lo es: es vital para entendernos, es fundamental para describir nuestro alrededor, porque si la verdad no es nuestra fiel compañera y si hemos sido presa fácil de los halagos de la falsedad, estamos perdidos, irremediablemente.
Un pedido al presidente Noboa, a sus ministros y voceros: difundan los hechos relevantes con veracidad, mesura, oportunidad. No es necesario meter el dedo en una herida y removerla hasta verla sangrar, para indicar que un maleante fue apresado. Que la transmisión de una información no se convierta en una cátedra llena de detalles que enseñan cómo debe uno comportarse para esconderse de la ley o sobornar a los jueces. Las palabras son monedas de ida y de vuelta. Que Ecuador gane sin alardear que ha triunfado. (O)