Un sueño de los ecuatorianos se ha cumplido. Terminar con el financiamiento a los partidos políticos ha sido una aspiración histórica de la sociedad; se sabe, que desde 2008 el Estado habría entregado 240 millones de dólares de dinero público para este fin.
La gran respuesta de un Ecuador cansado de tanta payasada vislumbra al final del túnel la terminación de este derroche. Si los partidos quieren financiarse, que se haga con el dinero de sus militantes o de las organizaciones a las cuales representan.
El Art. 216 del Código de la Democracia indica: “Las organizaciones políticas podrán recibir aportaciones para la campaña electoral de las siguientes fuentes:
1. Las cuotas obligatorias ordinarias y extraordinarias de sus afiliados, así como las cuotas voluntarias y personales que los candidatos aporten para sus campañas;
2. Los aportes o donativos efectuados en dinero o en especie, en forma libre y voluntaria por personas naturales de nacionalidad ecuatoriana, sea que residan en el país o en el extranjero y por las personas naturales extranjeras residentes en el Ecuador; y,
3. Los ingresos que los partidos y sus frentes sectoriales obtengan por las rentas de sus bienes, así como de sus actividades promocionales. Las organizaciones políticas deberán declarar, registrar y justificar el origen y monto de los recursos y de los bienes obtenidos”.
Como vemos, la ley ha permitido el financiamiento de los partidos por medio de particulares. En la realidad, no ha habido un mecanismo fuerte para controlar a cabalidad la identificación plena de los donantes, pues alguna gente ha prestado nombres o han permanecido en una especie de anonimato. En los partidos tradicionales o hegemónicos siempre se ha sabido quiénes están detrás; el control de las fuentes de ingresos es un detalle importante que debe resolverse para no tener recursos de mafias nacionales o transnacionales.
Estas medidas van a obligar a los que sobrevivan, a generar un auténtico giro en la visión del espectro electoral; cierta clase política ha llegado al absurdo de crear empresas golondrinas sin ningún plan de trabajo, con ínfima cohesión ideológica, quienes, bendecidos por los fondos estatales, se estructuran solamente para participar en las elecciones sin ninguna posibilidad de ganar, y luego desparecer hasta la siguiente contienda.
En la Asamblea Nacional (AN) con 81 votos a favor se decidió terminar con los desembolsos del Estado para los partidos políticos. Imagínense quienes votaron en contra: los mismos que so pretexto de la democratización han ocupado fondos públicos para fomentar el caos en el país, quienes han pauperizado la política y se han burlado de los controles electorales, con la venia de CNE. Será un descanso también para los medios de comunicación que han alquilado sus espacios para generar la publicidad de los partidos y han tardado largo tiempo en cobrar, o más bien ya han registrado sus acreencias en las cuentas incobrables. Y para los ciudadanos será un alivio ya no soportar a tanto aventurero de la vieja guardia, insistiendo en ganarse el favor electoral de un pueblo que les tiene muy bien identificados por tratar de posesionar el engaño y la demagogia, esperando ya no volver a verlos nunca más. (O)