Los expertos nos explican que la globalización es el proceso creciente de integración e interdependencia económica, social, cultural y tecnológica entre los países del mundo, caracterizado por la intensificación de las relaciones y la unificación de mercados, sociedades y culturas, lo cual es una realidad innegable, sentida por todos. Sin embargo, su impacto ha sido desigual: mientras ha impulsado el crecimiento y la innovación, también ha generado desigualdades sociales, crisis ambientales y conflictos culturales. Ante este panorama, surge la necesidad de una GLOBALIZACIÓN DE LA ÉTICA, una vivencia que combine el desarrollo global con principios de justicia, equidad y sostenibilidad.
Pero esta globalización no tiene que ser solo una aspiración idealista, sino una necesidad urgente para garantizar el bienestar de la humanidad. Aunque existen avances como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU y acuerdos ambientales como el Acuerdo de París, la realidad demuestra que aún queda mucho por hacer. La desigualdad económica, la crisis climática y el debilitamiento de valores esenciales en la convivencia social son desafíos que exigen una transformación profunda.
Para hacer realidad esta visión, es imprescindible impulsar cambios en distintos niveles. Uno de los más importantes es la EDUCACIÓN EN VALORES HUMANOS Y CRISTIANOS, un aspecto que lamentablemente ha sido trastocado por intereses económicos y políticos que nosotros los ecuatorianos, también lo hemos sentido con fuerza en años recientes. Aquí, tanto la academia como la iglesia juegan un papel fundamental en la formación de ciudadanos responsables, críticos y comprometidos con el bien común.
Algunos de los valores prioritarios para una convivencia armoniosa incluyen el respeto, la justicia, la solidaridad, la responsabilidad, la honestidad y la empatía. Además, es esencial fomentar la tolerancia en sociedades diversas, el cuidado del medioambiente para garantizar la sostenibilidad y la paz como base de la resolución de conflictos. Para lograr esta globalización de la ética, es urgente implementar estrategias concretas, como: 1) Reformar la educación, reincorporando la ética y la cívica como materias indispensables en todos los niveles de enseñanza. 2) Dispensar una catequesis integral y vivencial, 3) Fortalecer la responsabilidad empresarial, 4) Impulsar la cooperación internacional, y 5) Utilizar los medios de comunicación y la tecnología para difundir valores humanos y fomentar una conciencia social más comprometida.
El reto por una globalización de la ética es grande, difícil, pero no imposible. Con educación, compromiso, cooperación, obediencia sincera a la ley Divina impregnada en nuestra conciencia, podremos alcanzar una fuerza que beneficie a todos. Vayamos adelante con esperanza. (O)