Ha sorprendido en Latinoamérica el resultado de las elecciones presidenciales en Bolivia, en las que se dio las espaldas al Socialismo del S. XXI, imperante en dicho país, con Evo Morales y Luis Arce, por veinte años y tres periodos de gobierno. El pueblo boliviano decidió en mayoría abandonar las estructuras opresoras del MAS, marcadas por la corrupción, la carencia de productos básicos y de dólares para sus transacciones internacionales y ha optado por la libertad de acción y de pensamiento, que facultan las opciones de derecha, con sus dos candidatos: Rodrigo Paz de la Democracia Cristiana y Jorge Quiroga del Liberalismo.
Morales y Arce quebraron al país en estos veinte años de gobierno, colocando a Bolivia en el último lugar, entre los países latinoamericanos, sumida en la más terrible pobreza. Tras el ejemplo de Venezuela que, en sus elecciones presidenciales, optó por el candidato de la oposición González Urrutia, sin embargo, Nicolás Maduro se ató al Palacio de Miraflores y persiste en (des) gobernar a este país -otrora pudiente- con una elevada producción petrolera, cuyos dólares ahora van a las arcas del gobernante y sus secuaces, y sus patrimonios personales se han visto crecidos de una manera agigantada, nutriéndose de los dineros del narcotráfico, como miembros de organizaciones criminales: el Tren de Aragua, el Cártel de Sinaloa y el Cártel de los Soles, mientras que los venezolanos (más de ocho millones) en crisis, han debido salir a mendigar trabajo en los países vecinos. Razones demás, para que el gobierno estadounidense ofrezca una recompensa millonaria por la captura del líder venezolano. (O)