Hoy, las calles de Cuenca son el punto de partida de un grito unificado por el agua y la vida. La marcha por Quimsacocha (Tres lagunas en kichwa) no es solo una reivindicación, es un llamado de conciencia para proteger nuestras fuentes hídricas de la minería, una lucha que trasciende lo político y se convierte en una cuestión de supervivencia.
Quimsacocha, un ecosistema con más de 410 especies de flora, 20 de mamíferos y 7 de anfibios, y su sistema de lagunas y páramos, es el corazón hídrico que nutre a Cuenca; sus suelos actúan como esponjas que filtran el agua, vital para la agricultura; desbaratar este equilibrio natural es un acto de autodestrucción, una sentencia de muerte para los ecosistemas y una amenaza a la salud.
La contaminación generada por la minería no discrimina, afecta personas, flora y fauna. Cada especie, desde el musgo hasta el cóndor, juega un papel esencial en el frágil balance de esa zona. Privarles de un entorno saludable es negarles su derecho a existir, debilitando la red de vida de la que formamos parte. A esta amenaza se suma el cambio climático, que intensifica aún más los riesgos de escasez de agua y la pérdida de biodiversidad.
Si a esta crisis le añadimos la destrucción del páramo, el futuro se presenta como una distopía de escasez y enfermedad. ¿Permitiremos que el agua se convierta en un lujo y que la naturaleza sea solo un recuerdo? El legado que dejemos dependerá de las decisiones que tomemos hoy.
Esta movilización es un acto de amor y responsabilidad con el planeta y las futuras generaciones. Es un recordatorio de que el agua es un derecho y debemos salvaguardarlo. Este es el momento de alzar la voz, de hacer un llamado para que la naturaleza y sus recursos sean protegidos. (O)