Así titula las “Orientaciones Pastorales Sobre el Cuidado de la Casa Común”, emanadas de la pluma de MARCOS PÉREZ CAICEDO, Arzobispo de Cuenca. Documento oportuno y profundamente reflexivo, dirigido no sólo al clero, sino a toda la sociedad azuaya, sobresaltada por el problema de QUIMSACOCHA, que, para ser resuelto, no requiere únicamente de protestas y reclamos —justificados y razonables por cierto—, sino de una reflexión más profunda, a la que, como cristianos, estamos moralmente obligados. El agua, como el codiciado oro y todo el universo, fue creada por Dios y puesta al servicio del hombre para usarla sosteniblemente, no como dueño absoluto ni depredador, sino como administrador sensato.
“El cuidado de las fuentes de agua del Azuay es compromiso de todos, pues de ellas depende nuestra subsistencia y la de futuras generaciones. La explotación minera en estas zonas debe ser tratada con absoluta seriedad desde lo jurídico, técnico y ambiental, evitando interpretaciones ideológicas, económicas y discursos políticos que desorientan, dividen y generan violencia”… “La Iglesia, inspirada por un Dios Creador, se siente llamada a defender la vida humana, la naturaleza y toda la creación frente a la destrucción que provoca la minería irresponsable, la tala de bosques, los incendios forestales, la contaminación del aire, del agua y del suelo, la acumulación de residuos plásticos, el uso excesivo de agroquímicos y pesticidas, y toda actividad que no respete los derechos socio-ambientales…” Estas frases revelan que la Iglesia del Azuay y sus pastores no están dormidos, sino que cuidan, acompañan e iluminan al pueblo que peregrina entre luces y sombras.
Estos criterios, por supuesto, no son nuevos ni originales. La Doctrina Social de la Iglesia siempre los ha proclamado en numerosos documentos que, lamentablemente, la feligresía, por múltiples razones, no suele leer ni reflexionar. Sin embargo, lo novedoso y digno de resaltar del breve escrito del Arzobispo Pérez es la manera sutil, sensata y respetuosa de su CORRECCIÓN FRATERNA al clero, para que, a la hora de reclamar, se evite caer —como en épocas pasadas— en la simple vocinglería que levanta humo, pero que no hace quema; o, peor aún, ser manipulados por intereses oscuros.
Hemos de actuar como lo que somos: cristianos que exhalan el perfume de su identidad, capaces de sanar heridas con el bálsamo del amor y el testimonio. Este talante explica la invitación hecha por el jerarca para participar, como colofón de la gran macha, en la MISA celebrada en la catedral, signo de comunión y esperanza. (O)