Imposible comprender el poderoso espíritu del agua que nos habita, que nos da identidad, que nos mueve y nos convoca: “Kimsakocha no estás sola, aquí está tu quinto río”; “Cuenca sin agua, no sería nada”; “ciudad río, sin ti no existe la poesía”; “por los ríos y por los páramos, por los pájaros y las flores, por mí y mis nietos”; “nos quitan el agua, nos quitan la vida”; “somos agua y páramo, río que no se detiene”; “el agua es sagrada”; “con el agua comienza la vida”. Imposible expresar el fuerte y unísono latido de este quinto río de Cuenca desde la codicia y el poder: “el verdadero color del oro es Verde”; “el pueblo defiende, lo que el poder vende”; “las mujeres somos resistencia”; “agua para la vida, no para la minería”; “oro para pocos, agua para todos”; “color de sangre minera tiene el oro del patrón”; Noboa, te falta páramo; con nuestra agua no te vas a lavar las manos; “¿cuánto vale tu sed?”. Imposible interpretar la marcha desde el escritorio porque el agua es una causa suprapartidista: “por nuestros ríos, hasta la vida”; “el agua nos junta, no nos separa”; “que se haga costumbre cuidar el agua”; “déjense de payasadas, el agua no se toca”; “el oro contamina, el quinto río unido camina”. Imposible vivir la alegría que nos da el agua si no has jugado en sus ríos, en sus cascadas, en sus lagunas o con la agüita que cae del cielo: “sin agua no hay canelazo”; “sin agua no hay cerveza y sin cerveza para qué la vida…”; la minería y mi ex, dos tóxicos que no defenderé. Sin duda, somos agua, somos río, “mi shungo es de agua, nuestro shungo está en el agua”. (O)
