
Bloquear las vías por tiempo indefinido, en definitiva ponerle al Estado contra la espada y la pared, y con ello a la mayoría de la población, parece ser la estrategia de la CONAIE y de sus afines.
Ante la escalada de la protesta, con un muerto de por medio, el Gobierno se halla ante una difícil disyuntiva: ceder, tranzar, o mantener inamovible su decisión política de eliminar el subsidio al diésel, una asistencia económica, en teoría pensando en los pobres, pero ampliada a todos los bolsillos, aun de los más pudientes, hasta para engordar a las economías criminales y el contrabando.
En dos ocasiones, esa organización impuso su fuerza con esa misma estrategia y posición intransigente: decir no a todo. Ni siquiera le importan las pérdidas millonarias.
La Policía y el Ejército, así lo han expresado, hacen el uso progresivo de la fuerza sea para dispersar a los manifestantes, retirar los obstáculos de las vías, abrir corredores humanitarios; pero son respondidos con tal fiereza, hasta por grupos adiestrados en prácticas de guerrilla urbana.
El impacto económico ya se siente. La gente que quiere trabajar es impedida de hacerlo, peor aquella que debe sacar sus productos a las ciudades, donde los especuladores ya se frotan las manos.
Los derechos de estos últimos, que son la mayoría absoluta de ecuatorianos, no pueden estar sujetos a la intransigencia de unos pocos, por más respetables que sean, o que de su lado estén sectores políticos, quien sabe si también de otros de dudosa reputación, siempre a la caza de oportunidades para desestabilizar y lograr el fracaso del Gobierno.
Este, a su vez, en señal de prepotencia o de poco tino, atiza el fuego, como el pretendido procesamiento de líderes campesinos que encabezaron en Cuenca la marcha en defensa del agua.
Insistimos. Ceder, transar o mantenerse en firme, incluso por encima de las consecuencias y condenas. He allí la disyuntiva.