Cuando el castigo es la muerte 

Ma Isabel Cordero

El gobierno de Noboa ha convertido la necropolítica en estrategia de poder. Bajo el discurso de la seguridad se instala un control que decide quién merece vivir con derechos y quién debe ser reducido al silencio. Las protestas sociales son equiparadas a la delincuencia organizada, legitimando la represión militar y policial contra quienes reclaman justicia, agua o democracia. Así, la ciudadanía movilizada deja de ser sujeto político y pasa a ser tratada como “enemigo interno”.

La reiterada declaratoria de estados de excepción ha normalizado la suspensión de derechos, instalando un clima donde la protesta es criminalizada y la violencia estatal se percibe como respuesta legítima. Se gobierna desde el miedo, se construye obediencia desde la amenaza y se erosiona la posibilidad de disentir.

La necropolítica no garantiza seguridad, sino que administra la muerte y el silencio. Genera en el colectivo dolor y coraje. Convertir la protesta en delito es negar la esencia misma de la democracia, es obligarnos a enfrentar al poder con el cuerpo y la desesperanza. (O)

mi.cordero@sendas.org.ec

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