
La salud mental constituye un factor fundamental del bienestar integral de las personas, ya que influye directamente en los modos de pensar, sentir y actuar.
Tener una buena salud mental no solo permite enfrentar los retos cotidianos, sino que también facilita una convivencia pacífica con los demás y un desarrollo personal más pleno.
Este equilibrio emocional y psicológico es tan importante como la salud física, aunque durante mucho tiempo ha sido ignorado o estigmatizado.
En la actualidad, se ha vuelto imprescindible prestar atención a la salud mental de las nuevas generaciones ya que los adolescentes y jóvenes adultos son un grupo vulnerable que enfrenta presiones cada vez mayores, muchas veces sin los recursos necesarios para gestionarlas adecuadamente.
Por ello, resulta fundamental promover una cultura de cuidado emocional en entornos educativos desde temprana edad, así como brindar apoyo psicológico accesible y oportuno.
Comunidad consciente del bienestar emocional

Hablar de salud mental ya no debe ser un tabú, sino una necesidad colectiva. Fomentar una comunidad consciente de su bienestar emocional implica reconocer que todos, en algún momento, podemos necesitar apoyo.
Cuando se promueve la empatía, la escucha activa y el acceso a espacios seguros para expresar lo que sentimos, se construyen entornos más saludables, humanos y solidarios. Precautelar la salud mental es, en definitiva, cuidar de todos.
Fernanda Coello, profesora de la Universidad del Azuay y doctora en psicología, destaca la importancia de visibilizar y normalizar el cuidado psicológico dentro de las instituciones educativas, especialmente con motivo del Día Mundial de la Salud Mental.
La salud mental es fundamental para el bienestar y el rendimiento tanto de estudiantes como de docentes. En el caso de los estudiantes, influye directamente en la motivación, las relaciones sociales y el interés por el aprendizaje.
En los docentes, una buena salud mental es clave para manejar el estrés, cumplir con las demandas académicas y transmitir conocimiento de manera efectiva, afirma Coello.
La evolución tecnológica y cultural ha tenido un impacto significativo en la forma en que los jóvenes se comportan y enfrentan los desafíos emocionales.
Por un lado, se reconocen beneficios importantes, como el acceso a plataformas digitales que facilitan la evaluación, el acompañamiento y la intervención en salud mental. Estas herramientas han permitido que las instituciones educativas prioricen este cuidado y ofrezcan apoyo más ágil y accesible.
No obstante, también han surgido riesgos preocupantes. El uso inadecuado del lenguaje psicológico en redes sociales y la tendencia al autodiagnóstico, sin el respaldo de un profesional, pueden generar confusión, banalizar trastornos serios y retrasar la búsqueda de ayuda adecuada.
Esto representa un reto para las instituciones, que deben adaptar sus estrategias de salud mental, promoviendo información confiable, fomentando la consulta profesional y fortaleciendo el pensamiento crítico.
Respecto a la detección temprana, Coello señala que no solo el mal comportamiento indica un problema. El aislamiento o la baja en el rendimiento académico también son señales de alerta que deben ser tomadas en serio por profesores y familiares.
La importancia de las estrategias institucionales para promover el bienestar psicológico: talleres de gestión emocional, sesiones gratuitas de consejería y programas de prevención son algunas de las acciones que ya se utilizan en el contexto universitario.
Estas acciones buscan no solo atender situaciones puntuales, sino fomentar una cultura de autocuidado y apoyo emocional dentro del entorno académico.
Apostar por la salud mental no es solo una respuesta a una necesidad, sino un compromiso con la formación integral de los estudiantes, docentes y personal administrativo. La prevención, la educación emocional y el acceso oportuno a acompañamiento profesional son pilares fundamentales de este enfoque.
Superar el estigma que rodea a la terapia requiere transformar la forma en que la comunidad entiende la salud mental. Hablar abiertamente del tema, brindar apoyo y cuestionar los mitos que lo rodean son pasos clave para generar ese cambio.
Las instituciones educativas, tienen el deber de generar entornos donde el bienestar emocional sea parte esencial del desarrollo académico y humano. Promover el autocuidado y facilitar el acceso a apoyo psicológico son pasos fundamentales hacia una comunidad más empática y consciente. (I)
Romper estigmas sobre la terapia

Romper los estigmas que aún rodean a la terapia es fundamental para que más personas puedan acceder al apoyo que necesitan sin miedo a la incomprensión. Al desmitificar las ideas erróneas sobre la salud mental, se fomenta una cultura más empática, donde la terapia sea vista como una herramienta valiosa para el autocuidado y la sanación.
Viviana Vásquez, psicóloga clínica de la Universidad del Azuay, señala que aún persisten estigmas que alejan a muchas personas de la terapia, uno de los comunes es considerar que acudir a terapia es signo de debilidad o incapacidad personal, cuando en realidad es un acto de autocuidado y valentía.
Subestimar el papel de la terapia puede tener consecuencias graves: desde la cronificación del malestar hasta el desarrollo de trastornos más severos. Por eso, la terapia debe entenderse como un proceso de acompañamiento profesional, seguro y empático, que permita a la persona identificar patrones disfuncionales y afrontar sus dificultades, afirma Vásquez. (I)
Bienestar de comunidad universitaria
UDA Salud Una Salud es un centro comprometido con el bienestar de la comunidad universitaria en todos sus aspectos. Su enfoque se basa en la excelencia profesional, la búsqueda constante de soluciones innovadoras y la creación de un ambiente que favorezca el aprendizaje y el cuidado integral.
Este centro reconoce la estrecha relación entre la salud física y mental, y se consolida como un espacio dedicado al cuidado del ser humano en su totalidad.
La atención es ambulatoria y se basa en los tres niveles de prevención: primaria (promoción y protección), secundaria (detección y tratamiento temprano) y terciaria (evitar complicaciones y deterioro). En casos que requieren atención especializada, se realiza la derivación a servicios públicos o privados. (I)
DETALLES:
- La salud mental debe dejar de ser un tema silenciado y convertirse en una prioridad colectiva para el bienestar de toda la sociedad.
- Las instituciones educativas tienen el deber de generar entornos donde el bienestar emocional sea parte esencial del desarrollo académico y humano.
- El uso inadecuado del lenguaje psicológico y el “autodiagnóstico”, pueden generar confusión y minimizar la importancia de un tratamiento profesional.
- Al normalizar la terapia, no solo cuidamos de nuestra salud mental, sino que también contribuimos a derribar los mitos que la aíslan.
Por: Andrea Vega
Departamento de Comunicación
Universidad del Azuay
Especial para El Mercurio