Un contrapunto innecesario vio Cuenca en estos días entre el ministro de Infraestructura y Transporte (MIT), Roberto Luque, y el alcalde Cristian Zamora.
Tiempo atrás, en tono casi desafiante el ministro se refirió a la inviabilidad de construir el nuevo acceso sur, una obra postergada por diferentes causas, pero necesaria y urgente.
El actual acceso, parte de la Panamericana Sur, bajo responsabilidad del MIT, constituye un “embudo” vehicular. Por allí circulan miles de automotores cada día, y cada día se estrecha más.
La ejecución de la obra debe financiarla el gobierno. Así lo entendió el presidido por el entonces presidente Lenin Moreno. Se truncó por desavenencias a la hora de indemnizar a los frentistas y, a lo mejor, también por otros motivos inconfesables.
Desde entonces han pasado muchos años.
Luque llegó a Cuenca, y con desparpajo dijo: no se hará la obra. Argumentó los costos: USD 250 millones para una vía de apenas 14 kilómetros, cuyos estudios los hizo la Universidad de Cuenca hace más de cinco años.
Un no es un no en cualquier parte del mundo.
La reacción del alcalde no se hizo esperar.
Algo así como: si no pueden, dennos la competencia para administrar la vía y ejecutar la obra vía concesión.
Tal competencia –petición también realizada por el GAD del Azuay–, lo recordó, tiempo atrás estuvo a punto de ser otorgada por el ministro Luque, pero se retractó a último momento.
Difícil conocer lo sucedido en las alturas del poder, pero días después Luque regresa a la ciudad y expresa: sí se hará la obra por cuanto es necesaria, aunque bajo otras condiciones, entre ellas los resultados de nuevos estudios, que fijarán un nuevo trazado y a un costo menor.
Una actitud pendenciera no debe guiar la conducta de quien representa al gobierno en un ministerio importante, siempre en deuda con Cuenca y el Azuay.










