Hace veinte años, Ecuador aprobó su primer Código de la Niñez y Adolescencia y hoy, en el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, la deuda del Estado es inocultable para esta población. Se multiplican los discursos y campañas simbólicas, pero los presupuestos para prevención de violencia de género y cuidado de niñas y niños siguen siendo mínimos, frágiles y muchas veces los primeros en recortarse. Es decir, mujeres e infancias al último.
Sin inversión sostenida no hay protección real. Faltan casas de acogida, equipos psicosociales, defensorías, sistemas de cuidado comunitario y políticas que permitan a las mujeres salir de ciclos de violencia sin condenarlas a la pobreza. Cada feminicidio, cada niña abusada, revela un Estado que llega tarde o no llega.
Conmemorar este día exige algo más que la foto oficial: obliga a redistribuir el presupuesto, fortalecer los sistemas de protección y escuchar a las organizaciones que sostienen la vida donde el Estado se ausenta. Prevenir la violencia y cuidar a la niñez no es un gasto, es la condición básica de una democracia que se dice digna. Dos décadas después, ya no caben excusas: el Estado debe poner el dinero donde puso la palabra. (O)
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