Ludopatía

No importa de dónde venga la iniciativa. Y si proviene de políticos, mejor ni mencionarlos para evitar ser etiquetados como simpatizantes de alguna tendencia ideológica que nada tiene que ver con el verdadero problema. Dejemos, pues, a un lado a los proponentes y vayamos a lo esencial: la ludopatía está corrompiendo la competencia deportiva y ha abierto de par en par las puertas al soborno, la trampa, la delincuencia y el crimen organizado.

El deporte, que nació como un espacio de salud, recreación y crecimiento humano, fue secuestrado imperceptiblemente por el dinero y convertido en un negocio donde la filosofía de “mente sana en cuerpo sano” quedó reducida a un eslogan vacío. Lo que algún día fue amateur y noble, hoy es un mercado donde el rendimiento se compra, la ética se negocia y el espectáculo pesa más que la dignidad.

Es terreno fértil para la codicia y el dinero sucio encontró su hogar: lavado de activos, redes mafiosas y fortunas amasadas a la sombra del engaño. Y como si ese deterioro no fuera suficiente, aparecieron las apuestas masivas, primero como una tentación individual y luego como un negocio nacional y transnacional que explota al ingenuo. De este caldo de cultivo surgió la ludopatía, un trastorno que no solo destruye economías familiares y relaciones humanas, sino que hoy se ha convertido en una herramienta más del crimen organizado.

La ludopatía se instala sin ruido, pero termina por aplastar la voluntad, la tranquilidad y hasta el amor propio. Quien cae en sus redes vive persiguiendo la ilusión patética de “recuperar lo perdido”, mientras continúa perdiendo tiempo, salud, estabilidad y paz. Reconocer esta enfermedad no es un signo de debilidad, sino de lucidez.

Así como se legisla contra otras adicciones como el alcoholismo o la drogadicción que arruinan vidas, es urgente hacer lo mismo con esta lacra individual y social. Basta de debates inútiles y de intereses que se ocultan bajo discursos de libertad o entretenimiento. La ludopatía no es un pasatiempo: es un negocio que se alimenta de la vulnerabilidad del ciudadano. Combatirla exige verdad, límites firmes y una postura social decidida, no complaciente. ¡La indiferencia es complicidad, y en cualquier caso!

Que la política malsana deje de lado sus rencores y mezquindades, y que sus actores más lúcidos tengan la valentía de unirse para legislar con firmeza en defensa del deporte y de sus seguidores. ¡Urge frenar la ludopatía, que avanza sin control y ya opera de la mano de las grandes mafias del país y del mundo!  

Dr. Edgar Pesántez

Dr. Edgar Pesántez

Médico-Cirujano. Licenciatura en Ciencias de la Información y Comunicación Social y en Lengua y Literatura. Maestría en Educomunicación y Estudios Culturales y doctorado en Estudios Latinoamericanos.
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