Que el Ecuador, más concretamente el Gobierno, siga esperanzado en las lluvias para garantizar la producción de energía eléctrica es mala señal, aunque lo ha sido en estos últimos años.
En las cuencas hídricas que rodean el complejo hidroeléctrico Paute las lluvias comienzan a escasear de manera sostenida.
Este solo hecho ya genera preocupación. La presa Mazar comienza a descender tras un llenado completo durante varios meses.
Mal se puede hablar de “apagones”. Quienes lo hacen a través de redes sociales cometen una irresponsabilidad. En algunos casos, hasta con propósitos malsanos.
Esta especulación ha sido frenada de inmediato por el Ministerio de Ambiente y Energía. El embalse de Mazar, según informó, registra un nivel de llenado cercano al 94 %, muchísimo mayor al obtenido hace un año (24 %).
Ese volumen garantiza entre uno y dos meses de generación eléctrica, incluso si se agravare el estiaje.
Si es criticable la difusión de mensajes alarmantes debido a la falta de lluvias en estos días, también lo es la pasividad del Gobierno respecto de dar soluciones tangibles y urgentes al problema energético, cuya demanda crece y crece cada año.
Los megavatios incorporados en estos meses, sea mediante producción de energía directa o contratada, son insuficientes. No son una garantía como para solazarse en casos extremos como los vividos tiempos atrás.
Las grandes contrataciones de provisión de energía térmica se han caído, poniendo en riesgo cientos de millones de dólares entregados en calidad de anticipo a empresas extranjeras, cuyo engaño al Estado, según la Contraloría, es evidente, al haber importado motores usados o no compatibles con nuestro sistema de interconexión.
Por consiguiente, ni a confiarse en las condiciones climáticas, ni en embalse de Mazar; al contrario, dejar de dar pasos con pies de plomo en cuanto al suministro de energía.










