Ha fallecido Rodrigo Borja Cevallos, el cuarto presidente del Ecuador tras el regreso de la democracia hace 46 años.
Abrazó el ideal de la socialdemocracia y fundó Izquierda Democrática. Luego del tercer intento ganó la presidencia, la máxima aspiración de un político que, pocos como él, se lo merecía por su visión del país, por su formación académica, por sus convicciones, por ser un demócrata y sintonizar con las aspiraciones de todo un pueblo.
Sobre lo que fue su gobierno (1988-1992) ya se ha dicho y escrito bastante; pero vale insistir en el tino, comprensión y buen manejo político del levantamiento indígena tras siglos de olvido, injusticia e inequidad social.
Alejado del poder, Borja se dedicó por completo a escribir su “Enciclopedia de la Política”, una contribución para entender el siempre intricado mundo de la política del continente.
Como pocos de sus antecesores y sucesores, Rodrigo Borja, ni bien dejar la banda presidencial, el Palacio de Carondelet, y todo cuanto implica el ejercicio del poder, volvió a ser el mismo de siempre, el mismo ciudadano común y corriente que caminaba por calles y parques de su Quito, que si opinaba sobre las decisiones de gobierno lo hacía con altura, “midiendo” las palabras, pensando en el bien común, procurando la paz social y el entendimiento entre ecuatorianos pese a las divergencias de fondo y de forma.
Ejerció la presidencia con talante de estadista, una particularidad tan venida a menos en los últimos años, en los cuales ha primado y prima la corrupción, la improvisación, el abuso, el autoritarismo, ese afán de perpetuarse en el poder, de insinuar “El Estado soy yo”.
Lastimosamente no se avizoran políticos como Rodrigo Borja. Es una especie de mal que abate al Ecuador; y el ejercicio mismo de la política cae en picada.
La historia dirá todo lo demás sobre él, sobre su gobierno, al que accedió con su lema “Justicia social con libertad”.








