El ritmo diario que imponemos los padres a nuestros hijos es a velocidad de vértigo. Después del horario normal de clase, a toda prisa, sin terminar el almuerzo, con la lengua afuera, los llevamos al inglés, futbol, coro, danza, piano. Como si quisiéramos devorar el tiempo, sin dejar una miguita de ese divino tesoro para jugar, reír, leer y disfrutar cada momento.
El escritor español José Luis Rozalén Medina, conocedor de esta problemática actual advierte que, si no remediamos a tiempo, estos jóvenes no sabrán gozar de la cotidianidad, de la pausa necesaria para saber vivir con equilibrio y buen sentido, y marcharán por la vida queriéndolo todo y ahora.
A los mayores nos pasa igual: No tenemos tregua, vivimos agitados, sobresaltados. Corremos de un lado a otro, y cuando nos detenemos es para darnos cuenta de todas las cosas que aún nos falta hacer. Con este trajín, estamos tocando fondo, tan profundo que el vértigo nos acecha.
Por ello este adviento y navidad es un tiempo oportuno para bajar el ritmo a nuestro trajín, para descansar, para amar, perdonar y pedir perdón. Recordar que el tiempo no se detiene, que la vida se nos puede ir en cualquier momento, que los seres que amamos y apreciamos, tampoco duran para siempre. La exhortación pronunciada por San Anselmo Obispo, hace más de un milenio, tiene actualidad en estos días: «Deja un momento tus ocupaciones habituales, entra un instante en ti mismo, apartándote del tumulto de tus pensamientos. Aleja las preocupaciones agobiantes y que te oprimen. Atiende un poco a Dios y descansa en él. Entra en lo íntimo de tu alma y, cerrada la puerta, di con todas tus fuerzas: Tu rostro busco Señor».
La palabra adviento, significa “llegada” y claramente indica el espíritu de vigilia y preparación que los cristianos deben vivir. ¡Preparen el camino del Señor, rellénense todas las quebradas y barrancos, los caminos torcidos sean enderezados y los ásperos suavizados!, nos dice el Profeta Isaías. Aplanar cerros y colinas significa rebajar la altura de nuestro orgullo, soberbia y altivez.
¡Hagamos pausa estimado lector, preparemos nuestro corazón en este adviento, para recibir al anunciado Mesías, al Niño Dios, a nuestro Rey! (O)
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