Que el presidente Noboa esté fuera del país por más de un mes no es solo un dato de agenda: es un símbolo. En un Ecuador golpeado por la inseguridad, el desempleo y la desconfianza, la Presidencia también es presencia: poner el cuerpo, escuchar, responder, dar certezas.
La ausencia prolongada instala la sensación de un “gobierno remoto”, donde la vida cotidiana queda a cargo de ministros mientras el liderazgo político se difumina. En lo estratégico, viajar puede ser útil si sirve para concretar cooperación, financiamiento o acuerdos que se traduzcan en políticas públicas.
Pero una salida sin objetivos claros, sin reportes públicos y sin resultados medibles, termina pareciendo fuga: una administración que se mueve por fuera del país cuando el país se desborda por dentro. Y hoy se desborda: el sistema de salud acumula carencias, hospitales sin insumos, citas que no llegan, personal agotado.
En ese escenario, una nueva epidemia respiratoria no solo enferma cuerpos: desnuda al Estado ¿ya intentaron vacunarse de la influenza? ¿En que estado están la UCI del MSP? Gobernar es priorizar, y es evidente que la salud del pueblo no es prioridad.
Si la crisis está aquí, la conducción también debería estar aquí, con mando claro, coordinación y rendición de cuentas diaria. (O)
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