En Cuenca, las celebraciones de Años Viejos (31 de diciembre) y de Inocentes (6 de enero) han vivido más de medio siglo de cambios, crisis y renacimientos. A pesar de estar a punto de extinguirse en al menos tres ocasiones, estas fiestas sobreviven gracias a personajes emblemáticos como los payasos de Amistad Club, quienes han mantenido viva la tradición en las calles de la ciudad.
El color y la esencia del payaso de Amistad Club

vivía en Guayaquil. / Diego Montalván S.
El traje del payaso es un manifiesto en movimiento: azul y rojo, con brillo abundante, pelucas hechas a mano y zapatos pintados con paciencia y creatividad. Cada uniforme se utiliza apenas tres veces al año: en fin de año, el Día de Inocentes y, más recientemente, en Carnaval.
Antes, los accesorios incluían morcillas de tela rellenas con aserrín, bastones y paraguas, siempre como defensa ante una calle que no siempre fue amable. Luis Chiriboga, artista y maestro, coordinador del club por cuarenta años, recuerda cómo diseñaba los trajes, pintaba los zapatos y documentaba cada detalle. Para él, esa documentación es un verdadero tesoro.
Dificultades y retos de la tradición

celebraciones de Años Viejos y Mascaradas. / Diego Montalván S.
La labor del payaso no ha sido fácil. Salir a las calles de Cuenca como payaso requería carácter: pedradas, gas y abusos eran parte de la experiencia. A finales de los años 90, los llamados ‘sanduchitos’ obligaron a una respuesta organizada: radios portátiles, vigilancia y acción inmediata. La Policía reconoció la valentía de los payasos al restablecer el orden sin recurrir a abusos.
La fiesta también cambió de escenario: desde la calle Simón Bolívar hasta la avenida Huayna Cápac, donde llegaron a concentrarse más de 100.000 personas. Hoy, por permisos y costos, volver al Centro Histórico es complicado, aunque el concurso de Mascaradas de Cuenca sigue siendo uno de los eventos más multitudinarios de la ciudad.
Transformación y apertura de la comparsa

Hoy la comparsa ya no es solo masculina. Mujeres y niños participan con naturalidad y respeto. Julio Alvarado, presidente del club, destaca que cada traje genera expectativa en la ciudadanía, que saluda, baila y toma fotos.
Pablo Galán, vicepresidente del club, resalta la transmisión de la tradición de padres a hijos: “Yo vestí mi primer traje a los 12 años, y ahora mi hijo saldrá por primera vez a la comparsa”. La sede sur de Amistad Club guarda fotos, diplomas, recortes y protocolos, con la idea de crear una galería de todos los trajes desde los años ochenta hasta la actualidad.
Pintarse y salir a bailar, el rol clave del payaso

elementos de defensa personal. / Diego Montalván S.
Mientras haya alguien dispuesto a pintarse el rostro y salir a bailar en Cuenca, la fiesta de Años Viejos y de Inocentes seguirá viva. Los payasos de Amistad Club mantienen viva la tradición, llevando color, alegría y memoria histórica a las calles y avenidas de la ciudad. (I)








