Cuando un grupo humano absorbe los rasgos y elementos culturales de otro, haciéndolos suyos en corto tiempo, se habla de “aculturación”; y si el cambio es paulatino los técnicos la llaman “transculturación”, entendida como la adopción de nuevos estilos y formas culturales que de manera gradual reemplazan a los propios, a medida que avanza la comunicación entre las personas de diversos pueblos.
Estos fenómenos causan preocupación y añoranza porque de una u otra forma, cada día va cambiando el esquema de lo nuestro; de lo que teníamos como usos y costumbres.
Jóvenes de comunidades campesinas que emigran a Norteamérica o a Europa, en poco tiempo cambian su cultura ancestral; y los chicos que quedan, comienzan a comportarse con maneras foráneas, extrañas a su real esencia de la que parecen avergonzarse y ya no usan sus atuendos ni hablan su idioma.
¿Qué se hicieron las polleras bordadas que con tanto garbo las usaban las “cholas cuencanas” en las que se inspiró el canto y la música que nos identifica?; ¿dónde están los bellos paños hechos a mano en Gualaceo; los rebosos y ponchos que mujeres y hombres usaba solo en grandes ocasiones?
¿Las etnias y culturas aborígenes se convierten en una romántica evocación? (O)