Estabilidad monetaria

En el mundo contemporáneo –si excluimos algunas tribus aisladas que cada vez son menos- la moneda es un elemento fundamental para organizar la vida individual y colectiva. Lo ideal es contar con una moneda estable que no se altere o se altere muy poco ante los cambios económicos del país y el mundo. Cada país tiene su moneda, pero sobre todo en los que no hay una sólida consolidación del desarrollo, la devaluación es un problema y amenaza con efectos negativos como la alteración del poder adquisitivo con efectos negativos como capacidad de programación, gastos e inversiones del futuro y la inseguridad ante las variaciones que generan incertidumbres y falta de seguridad.
Hace veinte años, el fantasma de la inflación nos acosaba cada vez con más fuerza y el gobernante de ese entonces, Mahuad, tomó una medida insólita: la dolarización consistente en renunciar a la capacidad de emitir moneda propia y establecer el dólar norteamericano –la moneda más sólida y generalizada del mundo- para el Ecuador. La medida fue objeto de críticas diversas como la “renuncia” al derecho soberano a tener moneda propia. Han transcurrido veinte años y los efectos positivos de esta decisión han sido tan importantes que los gobiernos que sucedieron mantuvieron esta medida, que la mayoría de ecuatorianos la aceptan, para liberarse de las crisis generadas por la devaluación.
El socialismo del siglo XXI que ha sumido a países como Venezuela en una situación económica tal que ha hecho que más del diez por ciento de su población se vea obligada a emigrar, durante la década que gobernó nuestro país tuvo el acierto de mantener la dolarización, evitando que nos “venezolenicemos”. El anterior primer mandatario lanzaba rayos y centellas contra la “partidocracia” que había sumido al país en la ruina, pero en un destello de sentido común mantuvo la decisión monetaria de quien, sin haber creado la crisis bancaria, debió gobernar un país con condiciones económicas lamentables.