El buen nombre que tiene nuestra ciudad por su centro histórico tradicional que mereció ser declarado patrimonio cultural de la humanidad y el encanto natural de sus ríos, es merecido por el buen trato que las autoridades municipales dan a estos espacios, como la limpieza. Pero es importante que también los ciudadanos contribuyamos a esta imagen cumpliendo las normas establecidas y, en el caso de las edificaciones, mejorando hacia afuera su visión, cumpliendo con las normas establecidas. Es importante que la pintura de esté actualizada y con frecuencia contribuye a este proceso el arreglo de los balcones en las casas que mantienen la tradición y algún tipo de ornamentación que no atente contra el contenido histórico.
Hay detalles que atentan contra esta imagen como es el caso de los grafitis vulgares que atentan negativamente contra su sobria belleza. Siguiendo el aserto “Paredes y murallas papel de los canallas”, los desadaptados sociales aprovechan las sombras de la noche, para este propósito, por lo que es difícil una vigilancia eficaz. Una solución práctica es repintar las paredes, tarea que debe estar a cargo de los habitantes de los inmuebles. Hace pocos días se informó que hay un grupo de ciudadanos, algunos de ellos extranjeros radicados, que voluntariamente asumen esta tarea, lo que es un ejemplo que debe extenderse.
Otro detalle atentatorio contra la estética urbana es la abundancia de cables externos a los que algunos los denominan “tallarines”. Hace varios años la municipalidad asumió la tarea del cableado bajo tierra en el centro histórico, lo que mejoró singularmente la imagen de este espacio. Es importante que esta medida se extienda a otras áreas de la urbe que son parte importante de Cuenca ya que, espacios tradicionalmente bellos se afean con este sistema indispensable para la prestación de determinados servicios. Si se toma la decisión de ponerlos bajo tierra, el encanto cuencano mejoraría.