Inspirado en los trazos de grandes de la pintura universal como Goya y Miró, el ecuatoriano Miguel Betancourt plasma sobre papel de arroz con tinta china, acuarelas y acrílicos un viaje por el camino que recorre el sol en los recovecos del centro histórico de Quito.
Una veintena de cuadros comprenden la muestra «Lecturas de Quito» que se exhibe en el centro de exposiciones Bicentenario con motivo del XII Foro Global sobre Migración y Desarrollo (FGMD) de la ONU, que termina mañana, jueves.
Hay obras pletóricas de color que tienen una honda inspiración en los vitrales góticos quiteños y europeos, así como en los textiles de los Andes ecuatorianos.
El artista explicó a Efe que, en una suerte de diario pictórico, realiza un «recorrido por la memoria» del casco colonial de Quito en obras también resueltas solo en blanco y negro, «inspirado en el quehacer de los calígrafos orientales y con la idea de la visión del anochecer».
MARCA PROPIA E IMPRONTA DE ARTISTAS
Los trazos y colores de Betancourt (62 años) hablan de los períodos prehispánico, hispánico, republicano y posmoderno del Quito antiguo, catalogado en 1978 como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.
Iniciado en el arte en 1974 y eclipsado por el azul del cielo de Quito, el artista utiliza con holgura ese color en sus obras, como una huella propia a la que sumó, en «Lecturas de Quito», la impronta de maestros como Goya y Miró.
La secuencia de la exposición tiene que ver «con el recorrido del sol» y por ello, las obras en blanco y negro hacen referencia al amanecer y al anochecer, mientras que los cuadros cargados de colores de vértigo reflejan el mediodía.
Pero, más allá del planteamiento de su lugar de origen, en la obra hace alusión a sus fuentes plásticas de inspiración: en los claroscuros y en los colores oscuros está la influencia de Goya, mientras que el pincel de Miró se reconoce en la yuxtaposición de colores fuertes.
PINTAR CASI SOBRE EL AIRE
Con varios años de recorrido artístico por diversos países de América, Europa y Asia, Betancourt plasma su arte en varios materiales, pero en la muestra en el Bicentenario expone obras hechas sobre papeles de arroz, en diferentes formatos y coloraciones, traídos del Lejano Oriente.
Especial atención pone en los ensambles, en los que hace interactuar los trazos y colores de dos hojas, colocadas una detrás de la otra en un armazón con vidrio, y que ofrecen diferentes visiones dependiendo de la luz que reciben.
Los ensambles son hechos en «papeles delgadísimos, como el tamiz de una cebolla», por lo que da la impresión de que las imágenes están pintadas sobre el aire.
Se trata de un papel de seda tan endeble que se «rasga con mucha facilidad» durante el trabajo, aunque una vez que se seca, recupera su tersura.
Explica que «quería lograr el traspaso de la luz» y ofrecer con ello más de una visión de la misma obra.
De acuerdo a la consistencia del papel, las formas se desvanecen en los bordes, es decir, la absorción de los pigmentos acaba en manchas ambiguas que dan la impresión de formas que vuelan, resalta el poeta ecuatoriano Julio Pazos, en el catálogo de la muestra.
Betancourt no recorta los papeles. Usa dimensiones originales, por lo que tiene obras de 1,40 metros por 90 centímetros, otras de 90 x 60 centímetros, varias de las cuales reposan en colecciones en Viena, Ginebra, Japón, Roma, EE.UU. e Inglaterra.
Con «Lecturas de Quito» el artista apuesta a la mirada sensible del público para que lo acompañe en una especie de aventura hacia el pasado, con trazos y colores que hablan de una reminiscencia gótica, de barriadas alegres, de una ciudad conventual y otra ondulante con noches a punto de desbordarse. EFE