Es la producción y uso de bienes no estrictamente necesarios, que nutre al mundo capitalista. Y se alimenta de una publicidad que bombardea a sus víctimas, de artículos que no se necesitan, pero se desean por prestigio, vanidad, moda y nos involucra en el mundo de compradores compulsivos, pudiendo caer en adicción. Los expertos en mercadotecnia, saben que el comercio consumista crea emociones y engaños, facilidades de pago, colores, ilusiones y en cierta manera obliga a comprar lo que no se necesita y brinda plazos aunque mañana se encuentre que no se utiliza y nos llenamos de artículos que hasta pasaron de moda, así llenamos la casa de basura pagada y obviamente innecesaria. Esto apreta bolsillos y genera crisis, que en términos generales adorna la segunda causa de divorcio en el mundo, “crisis económica en los hogares”. Se originó luego de la I Guerra Mundial con la crisis en Norteamérica, desempleo y bajo mercado. Fue Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud, quien encontró la manera de motivar el consumo valiéndose de los descubrimientos de su tío, en que las personas se nutren de impulsos irracionales que nacen de lo más profundo de sus mentes. Relacionó la publicidad comercial con éstos impulsos, asociando a deseos presentes en el inconsciente. Creció el consumo de bienes para satisfacer deseos, gestando el consumo desenfrenado que hoy conocemos.
Se cree que la acumulación de bienes gesta felicidad, es decir eres y vales lo que tienes. Se exhibe todo con sonrisas, bellos rostros, materialismo y paralelamente se programa obsolescencia, para obligarnos a comprar un nuevo, así hay más basura, tarjetas de crédito, deudas y movimiento económico. ¿Y que se cosecha?…. la crisis global que ha sacrificado al planeta y la tragedia ambiental que acelera el apocalíptico epílogo. (O)