Me indigna el doble discurso de obligar a los demás a vivir en las penurias socialistas, mientras ellos saborean las mieles del capitalismo, ha escrito Vargas Llosa.
Pensamiento oportuno, cuando miramos los medios de comunicación y nos encontramos con imágenes de los auto exiliados socialistas del siglo 21 del “paraíso de la revolución americana”, llorando por no regresar a Venezuela, o encontrados como dice la abuela de la casa con las manos en la masa disfrutando del imperio en los grandes centros comerciales de los Estados Unidos; tierra a la que han maldecido desde siempre en su discurso antiimperialista.
Y es que esos farsantes tomaron del discurso libertario de Bolívar el sueño de la patria grande y en nombre de ella han festinado los recursos de los americanos en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina, vaciando las arcas estatales y alimentando los paraísos fiscales con sus cuentas en euros o dólares mal habidos, porque como dice la impertinente abuela de la casa, sacristán que vende cera sin tener cerería, de donde pecatamea sino de la sacristía
Pero ellos son de labios para afuera, porque sus hijos estudian en colegios privados, sus esposas no trabajan mientras las de la clase obrera y media tienen que trabajar, pues como dice la abuela de la casa, con las dos manos de lava la cara; entonces la educación pública que recetan en sus peroratas no es buena para sus hijos pero si para los hijos de la revolución socialista. Y claro, no se refugian en Nicaragua ni en Cuba.
Ellas y ellos los revolucionarios son los que con el andar de los años le han dado la razón a Sanmartín cuando en julio del 825 al embarcarse con rumbo a Lima después del encuentro con Bolívar había dicho ¡Esta América grande, no es más que una niña obligada a ramera! Bien dijo Tolstoy, cualquier cosa es mejor que la mentira y el engaño. (O)