Vivir el futuro

Suena a contradicción; vivimos el presente, el pasado ya lo hemos vivido, pero el futuro aún no existe. Desde otra perspectiva, más allá del ciclo vital biológico que termina con la muerte, en nuestro comportamiento un importante porcentaje de nuestros actos tienen sentido en función de los resultados que esperamos en el futuro, que existe en cuanto motivador de la existencia. Estudiamos para estar mejor preparados para hacer frente a situaciones que aún no se dan. Vivir es hacernos en el tiempo, por lo que el futuro es parte de nuestras vidas.

La vida individual y colectiva no son estáticas, el cambio es esencial. Las innovaciones tecnológicas nacidas de la creatividad humana generan innovaciones en el ordenamiento del desarrollo vital. Pensemos en las grandes transformaciones del ordenamiento social que se dieron luego del invento y consolidación de la agricultura. Si nos preparamos para los cambios el futuro es parte de nuestras existencias y vivir el futuro no es una contradicción sino una necesidad. No lo conocemos como al pasado, pero su incertidumbre dinamiza nuestra concepción y sentido de la vida.

En buena medida la historia de la humanidad es la de los cambios tecnológicos. Los de mayor trascendencia se daban luego de que transcurran largos tiempos que se han ido acortando. Pensemos en cuanto transcurrió entre la aparición de la radiodifusión y la televisión. En nuestros días el ritmo es cada vez más acelerado. En el campo de la informática, innovaciones de peso se dan en tiempos menores. Tenemos que vivir con más intensidad el futuro. La inteligencia artificial y la robótica han abandonado el ámbito de la ciencia ficción. Debemos incorporarnos para que cuando se difundan, estar preparados o menos desprevenidos. (O)

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