El merchandising inunda el epicentro de las protestas en Chile

Pañuelos con el dibujo de un ojo sangrando, camisetas con el eslogan «Chile Despertó» o banderas del pueblo mapuche. El centro de Santiago se convierte con cada manifestación en un mercadillo donde decenas de personas buscan sacarse un dinero extra vendiendo «merchandising» de las protestas.

Julio Carrasco extiende una tela blanca sobre la acera de la Avenida Libertador Bernardo O’Higgins y coloca sobre ella un puñado de imanes artesanales con distintos dibujos, entre ellos una caricatura del presidente Sebastián Piñera disfrazado de diablo.

Los confecciona con su primo, que se quedó sin «pega» (trabajo) hace unas semanas y necesita dinero para pagar el alquiler y mantener a la familia.

«En un buen día hemos llegado a vender hasta 400 magnetos. Es nuestra pequeña pyme», dice a Efe este administrativo, de 38 años.

A pocos metros y a la sombra de un árbol, Héctor Guatemala hace recuento de la mercancía que le queda, luego de haber vendido a un grupo de amigos varias banderas de Chile teñidas de negro, usadas como un homenaje a la treintena de fallecidos y los más de 3.000 heridos que deja la crisis más grave de la democracia chilena.

«Estas banderas significan que Chile está de luto. Estamos sufriendo una parte de la población, los que estamos más abajo. Los que están allí arriba no sufren», apunta a Efe el comerciante, de 54 años, mirando de reojo a un camión policial que avanza al final de la calle. Sabe que en cuanto comiencen los enfrentamientos entre manifestantes y agentes tiene que recoger todo y salir corriendo.

Lo que empezó siendo un llamamiento de los estudiantes a colarse en el metro de Santiago para protestar contra el aumento de la tarifa se convirtió en una revuelta por un modelo económico más justo, que ha dejado episodios de violencia extrema con saqueos, incendios, barricadas y destrucción de mobiliario público.

Las manifestaciones, que al inicio eran diarias y ahora suelen ser solo los viernes en Plaza Italia, en el centro de Santiago, han hecho mella también en la economía del que hasta octubre era considerado uno de los países más prósperos y estables de la región, pero a su vez uno de los más desiguales.

EL «NEGRO MATAPACOS», EL MÁS BUSCADO

Si hay un símbolo que arrasa es el del «Negro Matapacos», un perro callejero de pelaje negro, con pañuelo rojo en el cuello, que se hizo famoso en las protestas estudiantiles de 2011 por ladrar y atacar a los «pacos» (nombre peyorativo con el que se conoce a los policías chilenos).

Tal es la adoración por este perro, fallecido en 2017, que un grupo de manifestantes construyó una réplica enorme, que a menudo sacan a desfilar como si fuera un paso en una procesión de Semana Santa: «Es el ángel que vela desde el cielo por nosotros», explica a Efe Felipe González, un médico recién graduado que vende parches de tela mientras busca trabajo.

También son muy demandados los retratos del expresidente socialista Salvador Allende -derrocado por el general Augusto Pinochet en 1973- y del cantautor Víctor Jara, asesinado días después del golpe y cuya canción «El derecho a vivir en paz» se convirtió en un himno los primeros días de la crisis, cuando regía el toque de queda y los militares patrullaban las calles.

Otro clásico es Camilo Catrillanca, el indígena mapuche disparado por un agente en 2018 en un crimen que conmocionó al país y que las autoridades trataron de tergiversar para vender al comunero como un delincuente.

OTROS NEGOCIOS

Los alrededores de Plaza Italia también son el escaparate de otros negocios menos artísticos, pero muy solicitados, sobre todo entre los manifestantes que se enfrentan a las fuerzas de seguridad, señaladas por varios organismos internacionales como ONU o Human Rights Watch por su extrema dureza.

Pablo Yáñez vende lo que llama «el kit para la primera línea», compuesto por máscaras antigas, tirachinas, gafas que resisten perdigones y pasamontañas para evitar ser identificado por los agentes.

«Está casi todo agotado, no hay ‘stock’ en Chile de casi nada. No sé que vamos a hacer en marzo», alerta este joven comerciante, que antes del estallido vendía en ferias y que coincide con el sentir popular de que las protestas se van intensificar en marzo, cuando termine el verano austral y se inicie el curso escolar.

Los puestos de empanadas, «queques» (bizcochos), pizzas y hotdogs tampoco faltan. Ni la cerveza bien fría, cuyo consumo en las marchas es en sí un gesto de rebeldía, pues en Chile está prohibido vender y consumir alcohol en la calle.

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