Los pobladores de la comunidad Río Blanco, una zona de páramo que está en la parroquia Molleturo, en Cuenca, viven una tensa calma luego de la salida de la empresa Junefield Ecuagoldmining South América, de China.
Esta compañía extranjera, a cargo del proyecto minero Río Blanco, tras el paro nacional de octubre de 2019, fue obligada a salir definitivamente de este sitio por los habitantes, quienes denuncian que contamina las fuentes de agua.
Sus campamentos fueron incendiados y destruidos, y sus oficinas y salones hoy lucen desolados. Una bodega quedó con miles de rocas cilíndricas, que son muestras que sirvieron en su momento para determinar la ubicación del oro.
En el control que instalaron los comuneros contrarios a la minería, en San Pedro de Yumate, ahora se permite el paso libre aunque controlado. Se impide el acceso de extraños y vecinos que apoyan la explotación minera.
Manuel Pacheco, uno de los dirigentes antimineros, explicó que están alertas para impedir la llegada de mineros artesanales, y mostró una perforación ilegal hecha junto a la bocamina que quedó abierta.
De ese orificio improvisado, según contó Pacheco, extrabajadores de la firma minera, que son moradores de comunidades cercanas, comenzaron a robar material para extraer oro, pero fueron descubiertos y tuvieron que huir.
Junefield Ecuagoldmining South América dejó miles de toneladas de piedra y tierra, y maquinaria, sobre una extensa área de páramo, además rellenó una laguna, y construyó un reservorio de agua y algunos caminos para sus vehículos.
Pacheco espera que todos estos desechos, infraestructura y máquinas que quedaron sean retirados para volver a sembrar paja para que así la vegetación se recupere.
Hipólito Pacheco, otro de los habitantes de este sector, relató que la presencia de Junefield Ecuagoldmining South América dividió a la comunidad y a las familias, pues algunos dejaron sus cultivos y animales para trabajar para esta minera.
Pacheco junto con otros vecinos participa en la construcción de la casa comunal para Río Blanco, además de un sistema de agua, y un horno para hacer pan. Tiene asimismo un criadero de truchas.
“Hemos sido claros y hemos dicho que no queremos tampoco la presencia de la Policía Nacional, pues mientras no esté la empresa minera aquí no hay violencia ni división, y tratamos de vivir con tranquilidad…”, insistió.
Mónica Guaraca, comunera, dijo que han intensificado la producción de papas, ocas, mellocos, habas, mashuas, zanahorias, nabos, entre otros productos en la parte alta, y en el área baja: maíz, naranjilla, café, cacao, naranja y mandarina.
Los colectivos Yasunidos y Guardianes del Agua instalaron en Río Blanco lo que ellos llaman como colegio autónomo Yaku Kamayuk, que funciona en una pequeña casa de una planta.
Evelyn Criollo, activista, quien es una de las voluntarias, contó que dictan clases los sábados de 09:00 a 17:00 y los domingos desde las 08:00 hasta las 12:00. Asisten unos 13 estudiantes de entre 13 y 20 años.
Entre ellos están: Paola Pacheco, de 21 años, quien acude con su hija Katerine, de un año; Cristina Durazno, de 15; Jesús Pacheco, de 16; y Humberto y Marivel Pacheco, de 13 y 15 años, respectivamente.
Ellos reciben materias como agroecología, historia de lugar natal, política, matemáticas, inglés, comunicación, fotografía y música. También talleres de yoga, música, danza y teatro.
Gerardina Juela es la profesora de matemáticas y física, y se sumó a esta inicitiva por una invitación de los Guardianes del Agua. Ella también es miembro del proyecto escuela Agustín Cueva Dávila.
En Río Blanco tiene alumnos de décimo, noveno y tercero de bachillerato. “Buscamos tener una matemática activa, vinculándose al medio donde viven…”, refirió. Para enseñar utiliza el ábaco japonés.
Andrés Durazno, comunero, y Paola Ortiz, del colectivo Yasunidos, junto con otros pobladores ingresaron a la mina principal que quedó abandonada. Confirmaron que una buena parte está inundada, pues desde lo alto cae agua.
Asimismo en el interior de este tunel quedaron dos máquinas, una de perforación y otra de retiro de material. De igual forma permanecen inutilizados: mangueras, focos, cables de energía eléctrica y algunas prendas de vestir.
En algunos tramos de este conducto el agua alcanza un nivel de unos 15 centímetros (cm), lo que dificulta caminar, asimismo en los costados las piedras se desprenden con facilidad pues están saturadas de humedad. (CSM)-(I)