Libertario, libertino y admirador del expresidente de Estados Unidos Richard Nixon (1969-1974) es como se ha definido a sí mismo Roger Stone, un personaje más de la órbita de Donald Trump durante su campaña para los comicios presidenciales de 2016 que, pese a contar con papeletas para ir a prisión, podría acabar en libertad.
El exasesor, de 67 años, fue condenado este jueves a una pena de 40 meses de cárcel, tras haber sido declarado culpable de siete cargos relacionados con la llamada trama rusa: cinco de falso testimonio, uno de obstrucción del proceso judicial y otro de manipulación de testigos.
La sentencia fue leída después de semanas de luchas internas dentro del Departamento de Justicia y no parece que vaya a ser el punto final de esta causa, ya que Trump ha lanzado pistas de que podría indultar a Stone, al considerar que ha sido tratado injustamente.
FRENTE A LA PENA DE CÁRCEL, UNA SONRISA
Tocado con un sombrero, Stone salió de la Corte de Distrito de Washington andando con parsimonia entre las decenas de periodistas allí congregados y con una gran sonrisa, pese a la sentencia contra él.
El excolaborador de Trump trabajó brevemente hasta 2015 como su asesor durante su campaña presidencial, aunque después siguió ofreciendo sus servicios de manera informal, según varios medios.
Este controvertido consultor, lobista y exasesor a lo largo de décadas de varios candidatos republicanos a la Presidencia del país, como Nixon, Ronald Reagan, Bob Dole y el propio Trump, ha tenido una larga trayectoria cerca del poder.
Su admiración por Nixon es tal que luce un tatuaje de su rostro en la espalda.
¿GUERRILLERO DE LA LIBERTAD O EMBUSTERO SUCIO?
La reseña de Amazon de su propio libro «Stone’s Rules» («Las reglas de Stone») lo describe como un hombre «extraordinariamente bien vestido», en referencia a su pasión por coleccionar trajes retro, considerado como un «guerrillero de la libertad por sus admiradores» y «un embustero sucio por sus detractores».
De acuerdo al diario USA Today, en la década de 1980, Stone, que incluso tiene un documental en Netflix, «Get Me Roger Stone» («Consígueme a Roger Stone»), fue socio de una consultoría política junto al exjefe de la campaña de Trump Paul Manafort, otra pieza clave de la trama rusa y actualmente en prisión.
En los documentos judiciales de su caso se afirma que en el verano de 2016 Stone fue contactado por altos funcionarios de la campaña de Trump en relación con «futuras filtraciones» de la «Organización 1». La palabra WikiLeaks no aparece mencionada en esos documentos, pero se ha interpretado que la referencia es al grupo liderado por el periodista australiano Julian Assange.
AMIGO DE LA «MADAME DE MANHATTAN»
Stone también ha aparecido relacionado con Kristin Davis, conocida como la «Madame de Manhattan», que compartía un dúplex con él y que fue interrogada por el fiscal especial que investigó la trama rusa, Robert Mueller, por sus vínculos con el exasesor.
Stone y Davis trabajaron juntos desde 2010, cuando la «Madame de Manhattan» se presentó a los comicios por la gobernación de Nueva York con una polémica plataforma «contra las prohibiciones», que pedía la legalización de las armas, de la prostitución, de la marihuana y el matrimonio igualitario.
Davis fue arrestada en 2013 después de vender drogas a un individuo que cooperaba con el FBI, hecho por el que fue condenada a dos años de cárcel, siendo liberada en mayo de 2016. Se ganó el apodo de la «Madame de Manhattan» en los tabloides de Nueva York tras admitir públicamente que se había encargado de conseguir prostitutas para la élite adinerada y famosa de la ciudad.
Estos giros sorprendentes salpican la biografía de Stone, quien en 1996 fue despedido de la campaña presidencial de Dole después de la publicación de una noticia por parte del tabloide National Enquirer, que lo acusaba de publicar anuncios junto a su segunda esposa, Nidya, de origen cubano, para buscar compañeros sexuales.
Aunque en un principio él mismo lo negó, en una entrevista en 2008 con la revista The New Yorker, Stone admitió que los anuncios eran suyos y que lo había rechazado anteriormente porque sus abuelos seguían vivos en 1996. «No soy culpable de hipocresía. Soy libertario y libertino», zanjó. EFE