Las recientes declaraciones emitidas por varios altos funcionarios públicos, ha agitado el avíspero, mejor dicho lo ha mantenido agitado, porque esa es lamentablemente la tónica del régimen que dirige al país en medio de un atosigante caos y de una progresiva crisis que se refleja en el espejo de un desorden que parece perfectamente planificado, porque ocurre como si todo ocurriera en función de un proyecto preconcebido. ¿Será la cercanía de las elecciones? ¿Será negligencia? ¿Qué diablos será? Lo cierto es que es y está a la vista. Y, en tal medida que, lo insólito domina el horizonte del desenvolvimiento público. Las papas calientes no tienen descanso y saltan de mano en mano.
Veamos una de tantas: Las estridentes disputas que tensan el hilo de las buenas relaciones entre la mayoría dirigida por la Presidenta del CNE: un total de tres vocales, y, la minoría, conformanda por dos; todo a consecuencia de una suerte de batalla campal por la frívola vanidad del protagonismo o por la defensa de intereses electorales nada santos. La amenaza de la Presidenta, poner en vilo las elecciones venideras. Ni el país, ni la supervivencia de nuestra frágil democracia pueden permitir que subsistan los desacuerdos. Por mandato constitucional corresponde al Tribunal Contencioso electoral detener la sórdida debacle.
Veamos otra: El Vicepresidente, sin el menor sonrojo, acaba de respaldar a la Policía en lo que denomina “el uso progresivo de la fuerza”, sin determinar sus alcances, ni las normas legales de respaldo. ¿Cheque en blanco para agredir?. Será por aquello de que si pasa pasa. Desconoce así el derecho a la resistencia y da margen al uso progresivo de las respuestas sociales que vuelven real la expresión: “donde manda capitán no manda marinero”, porque sin discusión posible: “la voz del pueblo es la voz de Dios”. (O)