Las fuertes protestas con las que este domingo grupos de manifestantes exigían cancelar el festival chileno de Viña del Mar se suman a la larga lista de polémicas ediciones de un certamen con seis décadas de historia.
Desde que se celebrara por primera vez, multitud han sido los episodios que, ligados a la realidad política y social del país, marcaron para siempre el evento, que se realiza en el anfiteatro de la Quinta Vergara de la turística localidad costera.
EL CONVULSO INICIO DE LOS 70
La década de 1970 arrancó en Chile con el triunfo presidencial del socialista Salvador Allende, un tiempo en el que la cada vez mayor tensión política se hizo también patente en el famoso festival, que empezaba a emitirse por televisión y alcanzar alta popularidad.
En 1972, la cantante sudafricana Miriam Makeba, activista por los Derechos Humanos contra el racismo y artífice del éxito «Pata Pata», recibió fuertes silbidos del público conservador por apoyar al entonces presidente.
En la siguiente edición, pocos meses antes del golpe de Estado de Augusto Pinochet, en el «monstruo» -como se conoce al público del festival- se produjo un fuerte caos entre los que apoyaban a Quilapayún, grupo afín a Allende, y los seguidores de los Huasos Quincheros, de índole más conservadora.
LOS AÑOS DE LA DICTADURA (1973-1990)
Ya con Pinochet en el poder, el festival fue usado por la dictadura como elemento de distracción y pantalla de buena imagen del país hacia el exterior, y en medio de la censura no faltaron polémicos episodios por artistas que decidían saludar al presidente de facto u otros que trasmitían en sus conciertos mensajes de libertad.
En la edición de 1974, la primera del nuevo régimen, quedó para la retina popular la actuación de Bigote Arrocet, que entonó, arrodillado ante el público, entre el que se encontraba el dictador, la canción «Libre» de Nino Bravo, que para algunos fue considerado como un homenaje al golpe de Estado.
Años después, el también humorista dijo en una entrevista que no cantó con ninguna connotación política, sino que decidió interpretar esa canción para recordar al intérprete español, que había fallecido el año anterior.
1988, UN AÑO CLAVE
Especial relevancia cobra 1988, a solo unos meses de que en octubre se realizara un plebiscito para decidir si Pinochet seguía en el poder hasta 1997, en el que acabó ganando el «no».
«A veces, hay que escuchar la voz del pueblo”, dijo José Luis Rodríguez ‘El Puma’ tras su actuación en la Quinta Vergara, cuando el público pedía para él la Gaviota de Plata, una frase que en el contexto político del momento tuvo un fuerte trasfondo.
Ese mismo año Richard Page, vocalista del grupo rock Mr. Mister, leyó una carta en la que saludaba a «los actores chilenos amenazados de muerte»: «los artistas del mundo estamos con ellos”, señaló.
Tras acabar su show, Page acabó saliendo de nuevo al escenario, según trascendió obligado a pedir disculpas: «No soy un político, soy solo un músico. Les quiero», afirmó.
Además de esas actuaciones de consagrados artistas, también el concurso de la canción acarreó polémica: la representante de Perú, Marcela «Mache» Sánchez, acabó descalificada por acusaciones de plagio. Pero versiones extraoficiales apuntaron a que la verdadera razón era que en el estribillo de la canción, llamada «No vas a hacerme el amor», decía más de 37 veces la palabra «no».
EL RETORNO DE LA DEMOCRACIA
Con el retorno de la democracia, en 1990, el festival no fue ajeno a la situación política nacional e internacional.
2003, año de tensión en el mundo por la inminencia de la Guerra de Irak, tuvo como efecto mensajes pacifistas y contra la contienda en las actuaciones de la Quinta Vergara.
Es el caso del vocalista de la banda «Los prisioneros», Jorge González, que cambió las letras de algunas canciones para criticar la guerra.
Ya en 2011, en Chile pasaron a la historia las multitudinarias movilizaciones de estudiantes universitarios y de secundaria para rechazar el sistema educacional chileno, altamente participado por el sector privado.
Esta situación no pasó desapercibida en Viña del Mar, con el grupo Los Bunkers y el cantautor Manuel García como portavoces de esas demandas sociales. EFE