El amigo de la Corte o el amigo del Tribunal es un tercero ajeno al litigio constitucional que ofrece voluntariamente su opinión frente a algún punto de derecho u otro aspecto relacionado, para colaborar con el juez en la resolución de la materia objeto del proceso, puede consistir en un escrito-opinión legal, testimonio, informe en derecho. No busca ningún beneficio personal, no le pide nada al juez, ni se opone a las pretensiones de las partes, finalmente, es imparcial y neutral, su observación puede ser muy importante cuando existen asuntos en los que esté en juego un interés público relevante y que excedan el mero interés de las partes; verbi gracia, como lo que pasó con el caso del matrimonio igualitario en esta conventual Cuenca.
Sin embargo, esto realmente no está ocurriendo en algunos casos, dado que el “amicus curiae” que está haciendo su agosto, dice la abuela de la casa, lo hace con cierta inclinación hacia una de las partes. Y es que en pasillos se dice, que donde suena el cohete allí está. Es perro de toda boda, insiste y se hace llamar “amigo” y así hace marketing.
El aprendiz de filósofo hace pasear al libro, no escribe porque no sabe hacerlo, pero si le da rienda suelta a la lengua como brocha de pintar llapingacho, sonríe la abuela de la casa. Y claro, como dice el filósofo de verdad, la tolerancia es un crimen cuando lo que se tolera es la maldad. No me impresiona que hables y te dejen hablar pues no eres de los buenos, sino la mentira y la ofensa en tu discurso, y en pasillos dicen que más pareces testigo colorado. Alguien dijo, tengo tres perros peligrosos: la ingratitud, la soberbia y la envidia; cuando muerden dejan una herida profunda.
Y es que el “amigo” dice saber de lo que “habla” pero no sabe del otro Derecho a donde apunta su discurso virulento, pues en sus palabras hay una injuria encubierta, y no está justificada porque no es en fuerza de la defensa. “Amicus curiae” es Ramiro Avila Santamaría, sin lugar a duda, a quien parece quiere imitar. (O)