La amenaza de pandemia generada por el “corona virus”, es un hecho real, acompañado de incertidumbre debido a la novedad de esta enfermedad ya la consiguiente carencia de información sólida sobre su proceso, nivel de gravedad y efectos sobre los afectados, además de la ausencia de medicamentos para prevenirla y curarla. Se originó y difundió con mucha fuerza en un país de enorme poder económico y elevado nivel tecnológico: China. Con diferentes grados de fuerza se ha difundido en otros países, siendo, según las noticias, el más afectado Italia. En situaciones como éstas, es fundamental que se tomen medidas para prevenir su difusión, lo que implica una serie de limitaciones en el ordenamiento individual y colectivo de las actividades cotidianas.
En la vida normal tiene enorme importancia la disciplina. Como personas tenemos metas y para acercarnos a ellas debemos organizar ordenadamente nuestra conducta. En el caso de la colectividad, esta virtud es más necesaria para lograr la armonía y avances en el bien común. La vida individual y colectiva se caracteriza por su diversidad en propósitos y metas, pero el ordenamiento de los actos con estos propósitos posibilita avanzar hacia ellos. Podemos hablar de una disciplina básica en la vida normal, pero es indispensable que se robustezca cuando se dan situaciones ajenas al ordenamiento rutinario.
En nuestro medio, la observancia de la disciplina colectiva no es la mejor. Con el nombre de “viveza criolla” se la elude con aprobación de los demás, a veces con alabanza. Las leyes y normas del orden público son para aceptarlas; eludirlas recurriendo al ingenio no merece aprobación. En el caso del coronavirus, ante los pocos casos que hasta ahora se han dado, se han tomado medidas y aconsejado actitudes para todas las personas ya que lo deseable es que se evite la afectación y no esperar que se dé para actuar. Está de por medio el bienestar personal, pero es fundamental la solidaridad colectiva y la disciplina debe ser observada por todos.