Una de las tareas más complejas en el contexto del combate a la pandemia del coronavirus, es el control que las autoridades deben ejercer en los mercados y ferias de cada población. Esos controles apuntan, cuando menos, en dos direcciones. La una es la de exigir que la presencia de ciudadanos sea en el menor número posible y en forma ordenada, respetando las normas básicas de seguridad como distancias mínimas y uso de mascarillas. La otra es la de controlar precios, pues es evidente que muchos comerciantes en esos mercados se aprovechan irresponsablemente de esta emergencia para ganar mucho más de lo normal.
En los centros comerciales y supermercados particulares, esos controles resultan más afectivos y fáciles. Comenzando por el hecho de que a estos últimos accede un número menor de personas, las regulaciones pueden ser cumplidas de mejor manera. Lo que se ha podido observar es que se respetan distancias en las colas al igual que el número de personas que pueden estar dentro de esos locales. Las condiciones de salubridad son buenas y en general hay un respeto mayor a las normas que rigen en la emergencia actual.
En las ferias y mercados populares en cambio es evidente que la situación es totalmente diferente. Hay congestionamiento de personas en un número muy superior al que debería estar. No se respetan colas ni distancias mínimas. Hay algunos gobiernos locales que están imponiendo medidas restrictivas con buenos resultados. Es una tarea difícil pero que debe ser tomada. De igual manera debe darse un mayor control de precios. Ese control no puede exigirse solamente a las autoridades. Hay que pedir a la dirigentes de los mercados que exijan a sus asociados respeto a las normas y respeto a los precios. Es un deber para con la sociedad y sería una muestra de solidaridad con los grandes grupos humanos que asisten a estos lugares para proveerse de alimentos.